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ha visto cristalizado convenientemente en la moderna empresa capitalista, a la par que ésta puedeconsiderarse su más apropiado impulso espiritual en aquélla.
Por lo que respecta a otras consideraciones, es factible que la simultaneidad no exista de ninguna
manera. La aflicción de Benjamín Franklinpor el “espíritu del capitalismo” ocurría en una época
en la que no había distinción alguna entre su imprenta, en cuanto a su forma, y otros oficios
manuales cualesquiera que fuesen. Ocasioneshabrán de presentarse en que, por lo regular,
podremos ver cómo, en los principios de la nueva época, no fue ron únicos los empresarios
capitalistas del patriciado comercial ni mucho menos, en absoluto,de manera preponderante,
antes bien las esferas más atrevidas de la clase media industrial las cuales representaban aquel
criterio al que hemos llamado “espíritu del capitalismo”.50 Y, precisamente,en el siglo XIX, sus
clásicos representantes no eran los nobles gentleman de Liverpool o de Hamburgo con todo su
patrimonio comercial, herencia de sus ancestros, sino que, por el contrario, lo eranlos parvenues
de Manchester, de Renania y de Westfalia, surgidos de las esferas sociales más modestas. En el
siglo XVI ocurría lo mismo: las nuevas industrias eran creación de esos advenedizos.51Sin duda,
actividades económicas tales como la banca, la exportación al por mayor, la dirección de una
gran tienda de géneros al menudeo, etc., únicamente pueden ejercerse a la “manera” capitalista;sin embargo, la dirección tal vez esté alentada por un espíritu estrictamente tradicionalista. En
efecto, las actividades de los importantes bancos de emisión no podrían ser dirigidas por otrosistema; el comercio de ultramar estaba apoya do, en el curso de largos periodos, en la base de
monopolios y reglamentaciones de carácter estrictamente tradicionalista; en el pequeño comercio
—y no...
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