tareas
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Hizo girar furiosamente el mapamundi. ¿Qué derecho tenía
esa extraña a irrumpir así en su vida y en la de su papá?
Porque eso era, unaextraña. Mali, Niger, Chad, Sudán, Zaire,
Zambia. Los nombres de los países africanos eran muy
difíciles y la prueba de- geografía, mañana. Cluj. ¿Dónde
quedaba Cluj? ¿Y aella qué le importaba? No era eso lo que
iban a tomarle. Sus ojos subieron hasta Europa. Cluj
quedaba en Rumania. Su papá se lo había dicho.
Exactamente en la tierra deDrácula, en Transilvania.
Próxima a la antigua Yugoslavia que hoy se desangraba en
la más cruel de las guerras. La prueba. ¡La prueba! Camerún.
Gabón. Brazzaville. Selos olvidaría. Estaba segura. Su papá
le había dicho que lo pensara muy bien, que era ella quien
tenía que decidirlo. Ni un cuatro lograría sacarse. Mala
suerte. Elmapamundi quedó girando todavía, cuando cerró
la puerta de un golpe.
Las veredas estaban cubiertas de hojas amarillas. El aire cié
la tarde era fresco. Irina pedaleabalentamente buscando
despejarse. No entendía lo que le pasaba. Esa rara mezcla de
rabia, impotencia,
ganas de llorar y, al mismo tiempo, curiosidad. ¡Todo por
3culpa de esa extraña! En dos días su vida había cambiado
totalmente. Desde la llegada de la carta. «No quiero irme de
este mundo sin haberla conocido», esa línea escritacon una
caligrafía nerviosa y menuda se dibujó en su memoria.
—¿Hubieras preferido que no te dijera nada? —le había
preguntado su papá.
No, claro que no. No se lohabría perdonado. Confiaba en él
ciegamente. Jamás le había fallado. Era «lo más». La madre la
había abandonado cuando ella tenía unos pocos meses. Y
nunca, nunc
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