Tareas

Sexenio de López Portillo
(HISTORIA)

PRESENTACIÓN GENERAL:
Yo soy José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco, nací el 19 de Junio de 1920, alumno de escuelas oficiales. Soy de antepasados paternos españoles pero nací en la Ciudad de México rodeado de una familia de políticos e intelectuales. Mi abuelo José López Portillo y Roja fue un distinguido escritor en el siglo XIX, fue ministrodurante el Porfiriato y el periodo golpista de Victoriano Huerta. Mi padre, José López Portillo y Weber, fue un ingeniero geógrafo y un apreciable historiador de la época colonial; se casó con mi madre, Doña Refugio Pacheco, con la que procreó cuatro hijos (Margarita, Refugio, Alicia y yo, José). En su vejez, mi madre, doña Cuca, recordaba sin ambages: «... perdimos todo cuando llegaron losrevolucionarios». Realice largos viajes con mi amigo Luis Echeverría: juntos seguimos la ruta de Cortés, la de Hidalgo, y viajamos por barco a Chile y Argentina. A diferencia de Echeverría, yo mostré una seria inclinación al derecho.

Sexenio:
Me dicen la Vuelta del criollo. «Fui educado en la hidalguía», apuntaba en mis tiempos, mis voluminosas memorias. Descendí, y supe que descendía de losprimeros conquistadores del siglo XVI. En mi genealogía había un oidor de Nueva Galicia, un descubridor de Filipinas y Alaska, un poblador de Sonora y Sinaloa. Si bien mi estirpe virreinal era impecable, mis credenciales liberales y revolucionarias eran más bien pobres. Mi maestro refugiado español, don Manuel Pedroso, me encauzó hacia la teoría general del Estado. Sobre ese tema escribiría una tesis(«Valoración del Estado», 1946) e impartiría por una década (1947 a 1958) una cátedra en la Facultad de Derecho. A diferencia también de mi amigo Echeverría, yo no fui un entusiasta cardenista. Gracias a mi exitoso ejercicio de profesión de abogado, pude ir formando una personalidad renacentista. Al tiempo que formaba una bonita familia (me casé con Carmen Romano), pintaba al óleo, imaginaba teoríashegelianas sobre la historia de México y escribía un extraño opúsculo titulado Don Q en el que, entre burlas y veras, me veía a mí mismo como la encarnación de Quetzalcóatl. Sin experiencia alguna en la política, cerré mi despacho y a los cuarenta años de edad ingresé al servicio público, en puestos menores. Aunque colaboré en la redacción de planes de desarrollo, mi punto fuerte es la teoría,como pudieron comprobar quienes escucharon mis reflexiones sobre la «democracia cromática de México» (gracias a los cuales todos entendieron por qué el PRI tiene el derecho histórico de monopolizar los colores de la bandera nacional). En el sexenio de López Mateos, trabaje como asesor técnico del oficial mayor de la Secretaría de Patrimonio Nacional y, más tarde, como director de las JuntasFederales de Mejoras Materiales en la misma Secretaría. En 1965, Díaz Ordaz me encargo la Jefatura del Consejo Jurídico de la Secretaría de la Presidencia (1965-1968) y, en 1968, la Subsecretaría de la Presidencia. Mi amigo de juventud, Luis Echeverría, me nombró subsecretario del Patrimonio (1970-1972), director de la Comisión Federal de Electricidad (1972-1973) y, en el momento en que se decreta que«las finanzas se manejan desde Los Pinos», ministro de Hacienda (1973-1976). En 1975, Echeverría me destapó. Debí entrar en trance místico. El destino, la historia, el misterio, el cosmos, la Providencia, me convertían en el gran tlatoani de México. Me sentí más que nunca, Quetzalcóatl. Mi sexenio fue de (1976 a 1982). Mi discurso de inauguración fue, sin disputa, uno de los mejores en la historiade México. No fui un político mexicano el que lo había escrito: era un hombre de carne y hueso. No hable del milagro mexicano, sino de la crisis de México. Con auténtica fuerza moral, propuse un pacto de unión para superar la crisis. Era un alivio escuchar mi mensaje de sensatez luego de 6 años de demagogia. Mis palabras recobraban su valor, su sentido. El país debía curar sus heridas, retomar...