Tareas
A mi madre, que meenseñó a amar los libros y me abrió las puertas de Narnia, Pern y la Tierra Media. Y a mi padre, que me enseñó que si tenía que hacer algo, debía tomarme mi tiempo y hacerlo bien.
agradecimientos
A… … todos los lectores de mis primeros borradores. Sois muchísimos, demasiados para que os mencione a todos, pero no para que os ame a todos. Si seguí escribiendo fue gracias a los ánimos que medisteis. Si seguí mejorando fue gracias a vuestras críticas. De no ser por vosotros, no habría ganado… … el concurso Writers of the Future. De no ser por su taller, no habría conocido a mis maravillosos colegas del volumen 18, ni… … a Kevin J. Anderson. De no ser por sus consejos, no habría dado con… … Matt Bialer, el mejor agente del mundo. De no ser por sus indicaciones, no le habría vendido ellibro a… … Betsy Wolheim, adorable editora y presidenta de la editorial DAW. De no ser por ella, no tendríais este libro en las manos. Quizá tendríais un libro parecido, pero este libro no existiría. Y por último, al señor Bohage, mi profesor de historia del instituto. En 1989 le prometí que lo mencionaría en mi primera novela. Siempre cumplo mis promesas.
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prólogo
Un silencio triple
Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple. El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otoño.Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de clientes, ellos habrían llenado el silencio con su conversación y sus risas, y con el barullo y el tintineo propios de una taberna a altas horas de la noche. Si hubiera habido música... pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio. En la posada Roca de Guía, un parde hombres, apiñados en un extremo de la barra, bebían con tranquila determinación, evitando las discusiones serias sobre noticias perturbadoras. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y sombrío, al otro silencio, hueco y mayor. Era una especie de aleación, un contrapunto. El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en el suelo de...
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