Tarzán
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Tarzán, señor de la jungla
Edgar Rice Burroughs
EDGAR RICE BURROUGHS
Tarzán, señor de la jungla
ÍNDICE
I
Tantor el elefante
II
Camaradas de la selva
III
Los simios de Toyat
IV
Bolgani el gorila
V
El tarmangani
VI
Ara el rayo
VII
La cruz
VIII
La serpiente ataca
IX
Sir Richard
X
El regreso de Ulala
XI
SirJames
XII
¡Mañana moriréis!
XIII
En el bait de Said
XIV
Espada y escudo
XV
La tumba solitaria
XVI
El gran torneo
XVII ¡Los sarracenos!
XVIII El caballero negro
XIX
Lord Tarzán
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Tarzán, señor de la jungla
XX
¡Te quiero!
XXI
¡Por cada joya, una gota de sangre!
XXII La novia del simio
XXIII
Jad-bal ja
XXIV
Donde los rastrosse encuentran
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Tarzán, señor de la jungla
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I
Tantor el elefante
La gran mole avanzaba lanzando su peso primero a un lado y después al otro.
Tantor el elefante se recostaba a la sombra del padre de los bosques. En el
reino de su pueblo era casi omnipotente. Dango, Sheeta e incluso el poderoso
Numa no eran nada para el paquidermo.Durante un centenar de años había
recorrido la tierra que había temblado con las idas y venidas de sus antepasados
a lo largo de incontables eras.
Había vivido en paz con Dango la hiena, Sheeta la pantera y Numa el león.
Sólo el hombre le había hecho la guerra. El hombre, que posee la peculiaridad,
única entre todas las especies creadas, de hacer la guerra contra todos los
seres vivos,incluso los de su propia especie. El hombre, que es cruel; el
hombre, que es inmisericorde; el hombre, el más odiado organismo vivo que la
naturaleza ha ayudado a evolucionar.
En su largo centenar de años de vida, Tantor siempre había conocido al
hombre. Siempre habían existido hombres negros; grandes guerreros corpulentos armados de lanzas y flechas, guerreros menudos negros, morenos árabes
contoscos mosquetes y hombres blancos con poderosos rifles y armas para
matar elefantes. Los hombres blancos habían sido los últimos en llegar y eran
los peores. Sin embargo, Tantor no odiaba a los hombres, ni siquiera a los
blancos. Odio, venganza, envidia, avaricia y lujuria son algunas de las deliciosas
emociones reservadas exclusivamente a la obra más noble de la Naturaleza; los
animalesinferiores no las conocen. Tampoco conocen el miedo como lo conoce
el hombre, sino como cierta precaución valiente que hace que el antílope y la
cebra compartan precavidos abrevadero con el león.
Tantor tenía en común esta precaución con sus compañeros y evitaba a los
hombres, en especial a los hombres blancos; y así, si aquel día hubiera habido
allí otros ojos, su poseedor habría podidocuestionarse la veracidad de lo que
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veían, o atribuir su error a la penumbra del bosque, cuando escudriñaran la
figura que yacía despatarrada sobre el rugoso lomo del elefante, medio
adormilada por el calor y el balanceo del gran cuerpo; pues, a pesar del pellejo
bronceado por el sol, la figura correspondía a la de un hombre blanco.Pero no
había otros ojos para ver. Tantor dormitaba al calor del mediodía y Tarzán, señor
de la jungla, permanecía soñoliento en el lomo de su poderoso amigo. Sopló una
corriente de aire del norte, que no trajo al aguzado olfato del hombre mono
ninguna percepción inquietante. La jungla estaba en paz y las dos bestias se
hallaban satisfechas.
En la selva, Fahd y Motlog, de la tribu al-Harb,cazaban en el norte
procedentes del manzil del jeque Ibn Jad del fandí al-Guad. Los acompañaban
dos esclavos negros. Avanzaban con cautela y en silencio, siguiendo el rastro
fresco de al-fil el elefante, pensando los dos árabes en el marfil y en carne fresca
los esclavos negros. El 'abd Fejjuan, el esclavo negro de Galla, delgado guerrero
que comía carne cruda y era un hambriento cazador,...
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