Taxi A Paris Ruth Gogoll

Páginas: 371 (92630 palabras) Publicado: 31 de marzo de 2015
Capítulo 1
—¡Me gusta que las chicas se defiendan! —En su mirada
apareció un destello del placer que adivinaba en la batalla, en la
conquista, en el sitio. No quería entregarme a ella y, sin embargo,
mi cuerpo entero se moría por acariciarla y por recibir sus caricias
—. ¡Vamos, dime otra vez que no quieres, que me odias! —Se
echó a reír. Su risa era cínica y provocativa.
—¡Te odio! —grité.
Erala verdad, pero eso no impedía que me consumiera de
deseo. Y me odiaba a mí misma por obedecer su voluntad. Lo que
menos deseaba era complacerla. Su deseo era cada vez más y más
intenso. Cuando se acercó a mí, sus ojos centellearon. Separó los
labios y vi el brillo de sus dientes. Sacudí la cabeza de un lado a
otro, con la intención de zafarme de ella, pero la mujer me empujó
contra la pared y mesujetó las muñecas con fuerza.
—¡No, no quiero, así no!
No me soltó, pero inclinó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.
—Eso es, defiéndete. Me encanta. —En su voz ronca se
adivinaba la excitación.
Tensé el cuerpo y ella, rápida como el rayo, aprovechó la
ocasión para plantarme un beso en los labios e intentar abrirse
camino con la lengua entre mis dientes apretados. Me empujaba

contra lapared con todo el cuerpo. No me quedó más remedio que
abrir la boca para coger aire y fue entonces cuando ella me penetró
con la lengua, cuando se apoderó de mí. La pasión y el placer casi
me hicieron perder el conocimiento, aunque también noté las
náuseas que me subían desde el estómago hasta la garganta.
Le di un mordisco y ella apartó rápidamente la cabeza, pero no
me soltó las muñecas. Sus manosme apretaban con la misma fuerza
que unas esposas. Tuve la sensación de que no era la primera vez
que hacía aquello, de que ya estaba acostumbrada. Me observó
con una mirada feroz, mientras se limpiaba con la lengua una gota
de sangre del labio. Me resultaba imposible librarme de aquella
mirada.
—Eres una gatita muy mala... A ver si al final va a resultar que
me he equivocado contigo. Pensaba queeras una burguesita
aburrida, de esas que lo único que hacen es tumbarse y abrirse de
piernas...
Vi un destello de esperanza.
—¡Sí, sí, eso es lo que soy, un burguesita aburrida! —A lo
mejor así conseguía que me dejara en paz, pensé.
—No, no, no. —Se echó a reír de nuevo, con la voz ronca por
el deseo—. Ahora ya es demasiado tarde. Te he calado. Lo estás
deseando. Quieres sentir miedo y dolorporque eso te excita.
¡Admítelo! —Seguía sujetándome las muñecas con fuerza. Me
estaba haciendo daño y grité—. ¡Eso es, grita! ¡Grita todo lo que
quieras! —Su voz era un jadeo ronco y apasionado.
Tuve miedo. El dolor no me había despejado, como yo
esperaba, sino todo lo contrario: lo noté entre las piernas,
exactamente como ella había dicho. Me pregunté si realmente era
aquello lo que yo buscaba. Ellase dio cuenta de mi indecisión y me

besó de nuevo, pero esta vez no traté de escapar: me metió la
lengua casi hasta la garganta con una fuerza brutal. Pensé que iba a
vomitar pero justo antes de llegar a ese extremo, ella retiró la
lengua. Desde luego, era toda una experta. «¿Con cuántas mujeres
lo habrá hecho?», me pregunté. Tal vez había más mujeres
aficionadas a estos juegos de lo que yocreía. «¿Y yo? —me
pregunté—. ¿Yo también soy así? ¿A mí también me gusta?»
Ella atacó de nuevo. Sentí que me vencía la necesidad de
contraatacar, de participar, de no mantener una actitud pasiva y
permitir que me utilizara. Pero no, nunca, eso era justamente lo que
ella quería, y yo debía defenderme. Eso era lo que me decía mi
cabeza, aunque el traidor de mi cuerpo opinara otra cosa. Ya casi
no podíasoportar el deseo, que cada vez era más fuerte. Me
temblaban las rodillas; ella se dio cuenta y aflojó un poco la presión
en mis muñecas.
Busqué su lengua con la mía. Ella se apartó durante apenas un
segundo y me contempló sorprendida. Después metió la lengua otra
vez en mi boca, tan a fondo y con tanta fuerza que casi me ahogó.
De repente, me soltó las muñecas y apoyó las manos en mi cintura....
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