Teatro del siglo xx
a) Tendencia restauradora:
El teatro en verso
Es continuación de los hábitos del XIX (el arte de la declamación). Por otra parte, significa lapresencia
en los escenarios del arte verbal modernista: el verso sonoro, los efectos coloristas, etc.
Pero, curiosamente, a todo ello se asocia -en general- una ideologíamarcadamente tradicionalista que -ante
la crisis espiritual de la época- responde exaltando los ideales nobiliarios, las gestas medievales o los altos
momentos del Imperio, InclusoformaJmente -y junto a las galas modernistas- se percibe una voluntad de
entroncar con la tradición dramática del Siglo de Oro, aunque más bien nos recuerda a Zorrilla (si no aEchegaray). De los cultivadores de esta línea, apenas merecen recordarse, en todo caso, Villaespesa y
Marquina.
Francisco ViIIaespesa (1877-1936): sus dramas constituyen unejemplo de esa mirada hacia las glorias
del pasado; baste con citar algunos de sus títulos más significativos: Doña María de Padilla (1913), La [eona
de Castilla (1916)... Soncataratas de versos, aptos para el recitado brioso de los actores y para la satisfacción
«literaria» de un público de gustos arcaizantes. Hoy, su teatro llega a producirnosefectos hilarantes no
previstos.
Eduardo Marquina (1879-1946) alternó igualmente la lírica y el teatro. A la consabida inspiración
histórica responden dramas como Las hijas delCid (1908), En F[andes se ha puesto el sol (1911), su obra
más celebrada:"
Este tipo de teatro -se prolonga también en años posteriores. Así, por ejemplo, en algunas obras deJosé
María Pemán, como El divino impaciente (1933. Haría falta el genio de García Lorca para dar unas nuevas
dimensiones al teatro poético con una obra como Mariana Pineda.
Regístrate para leer el documento completo.