tecnicas
Sin apoyarse en un sustrato material, ajeno a descripciones arquitectónicas, paisajísticas o urbanas, Süskind nos cuenta,mediante el recurso del olfato, cómo era Francia antes de las grandes revoluciones de finales del siglo XVIII; o bien, nos dice a qué olía una ciudad europea de entonces, pues el olfato es su guía en ladescripción del singular universo donde el Antiguo Régimen distraído, despreocupadamente se acerca a su abismo. Así vistos, o, mejor aún, así olidos, los campos, los bosques, las montañas, las ciudadesde provincia y, con sus barrios, la capital de Francia son un olor. Pero no sólo Francia es un olor.
Si el hombre es lo que come y lo que hace, también es lo que transpira o lo que deja detranspirar, en relación con sus alimentos cotidianos, su manera de prepararlos y secretarlos. Así, cada país, cada ciudad y aun cada cuerpo tienen su propio olor. Norteamérica es, predominantemente, aun ensus bosques, el olor a asepsia. México huele a maíz, cal, humo de leña tierna. El metro de París huele a ajo; el de Barcelona a aceite de oliva mezclado con agua de colonia. El trastévere romano huelea la antigüedad de su historia.
Es probable que exista una memoria del olfato, pues la historia misma es, a fin de cuentas, un olor, como se lo sugirió a Marcel Proust su reencuentro con la PetiteMadeleine:
“Pero, cuando de un antiguo pasado no subsiste nada, después de la muerte de los seres, después de la muerte de las cosas, solos, más frágiles pero más vivaces, más inmateriales, más...
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