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Esas relaciones vienen a cuento hoy, pues al parecer agentes de la Policía Nacional serían cómplices dela última masacre perpetrada la noche del jueves 31 de marzo en el barrio Santander, que dejó cinco muertos, entre ellos tres mujeres, una de ellas menor de edad.
La situación es tan compleja enla ladera noroccidental de la ciudad, donde se cometió el homicidio múltiple y donde los ataques armados han sido la constante este año, que la comunidad ya se refiere a los agentes de la FuerzaPública como factor de peligro cuando hacen presencia en las calles de los barrios.
“La Policía ha perdido toda su legitimidad”, me dijo un líder de la zona, quien al analizar la situación arriesga unahipótesis: “ahora los policías dejaron de comportarse como maniquíes, es decir, de quedarse quietos cuando las bandas actúan, y son algunos de ellos los que operan, reemplazando al sicario”.Lamentablemente lo que se vislumbra en este asesinato múltiple hace parte de una historia de ilegalidad policial durante los últimos 30 años. Desde los tiempos del Cartel de Medellín, los agentes dePolicía se han articulado a las estructuras armadas ilegales para beneficiarse económicamente. Notas de prensa de comienzos de la década del noventa contienen relatos que hacen referencia a las relaciones dela Fuerza Pública con los mandos medios del confeso narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. Una de las zonas claves fue el barrio Guayabal, sur de la ciudad, donde “los fines de semana se veían...
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