tecno
—¿Señorita Steele? —me pregunta la última rubia.
—Sí —le contesto con voz ronca y carraspeo—. Sí —repito, esta vez en un tono algo más seguro.
—El señor Grey larecibirá enseguida. ¿Quiere dejarme la chaqueta? —Sí, gracias —le contesto intentando con torpeza quitarme la chaqueta. —¿Le han ofrecido algo de beber? —Pues… no.
Vaya, ¿estarémetiendo en problemas a la rubia número uno?
La rubia número dos frunce el ceño y lanza una mirada a la chica del mostrador. —¿Quiere un té, café, agua? —me pregunta volviéndose denuevo hacia mí. —Un vaso de agua, gracias —le contesto en un murmullo.
—Olivia, tráele a la señorita Steele un vaso de agua, por favor —dice en tono serio.
Olivia sale corriendode inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.
—Le ruego que me disculpe, señorita Steele. Olivia es nuestra nueva empleada en prácticas. Por favor,siéntese. El señor Grey la atenderá en cinco minutos.
Olivia vuelve con un vaso de agua muy fría. —Aquí tiene, señorita Steele. —Gracias.
La rubia número dos se dirige al enormemostrador. Sus tacones resuenan en el suelo de piedra. Se sienta y ambas siguen trabajando.
Quizá el señor Grey insista en que todos sus empleados sean rubios. Estoy distraída,preguntándome si eso es legal, cuando la puerta del despacho se abre y sale un afroamericano alto y atractivo, con el pelo rizado y vestido con elegancia. Está claro que nopodría haber elegido peor mi ropa.
Se vuelve hacia la puerta.
—Grey, ¿jugamos al golf esta semana?
No oigo la respuesta. El afroamericano me ve y sonríe. Se le arrugan las
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