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Probablemente el propósito de miles de personas al comienzo del año es dejar de fumar. El segundo, probablemente, sea hacer dieta o aprender inglés. Pero ¿qué pasaría si esta vez elpropósito de estas personas fuera vivir 90 días sin móvil ni redes sociales?
Eso es lo que ha hecho Jake Reilly, un estudiante de Chicago de 24 años que decidió cortar con todo: apagó sumóvil, desactivó su cuenta de Facebook y de Twitter y promovió la iniciativa "The Amish Project". Su finalidad era simple: "tener relaciones con personas y no con sus perfiles".Transcurridos los 90 días, se dio cuenta de que tenia más tiempo libre. Pero quería seguir comunicándose con sus amigos, así que rescató para ello medios tan tradicionales como escribir mensajescon tiza en las aceras, enviar cartas o llamar por teléfono desde una cabina telefónica.
Los nativos digitales (ciudadanos que han nacido en la era de Internet y el 2.0, igual quegeneraciones precedentes lo hicieron en la de la televisión) tienen tan interiorizada la rutina de estar permanentemente conectados que les resulta difícil pararse a pensar en la vida quehay detrás de "la nube" y poner cara a sus contactos. El placer de viajar en autobús y mirar por la ventana es para los nostálgicos. Ahora los viajeros que van de casa al trabajo y deltrabajo a casa mantienen los ojos pegados frente la pantalla del móvil y, si el trayecto se lo permite, los dedos pegados a los botones sin parar de teclear.
La presión constante que noshemos autoimpuesto de ser los primeros en saber lo que pasa en el mundo y de ser los primeros en twittearlo, nos conduce a una peligrosa espiral competitiva. ¿Tener 200 amigos en Facebooksignifica que somos socialmente activos?
Lo que está claro es que éste es el mundo en el que vivimos y quizá, como nos plantea Jake Reilly ya va siendo hora de vivir en él.