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Había un presidente, exiliado de su país y viviendo en Ginebra, quien estaba muy viejo y tenía una enfermedad muy seria. Un día ventoso delcomienzo del otoño, el presidente fue al hospital donde un médico le explicó que finalmente ha descubierto la razón para su dolor y precisó que requiso una operación arriesgada y cara. El presidente saliódel hospital tratando de digerir esta mala noticia y fue a una cafetería donde pidió una botella de agua de Evian y una taza de café. Había renunciado el hábito de café hacía muchos años pero estedía lo bebió porque sabía que la muerte está cerca, y no necesitaba preocuparle tanto con la salud.
Se sintió entonces como alguien estaba mirándole y vio un hombre pálido y sin afeitar quienapartaron los ojos para que la mirada no tropezara con la suya. El presidente terminó leer su periódico y salió de la cafetería con indiferencia. Muy pronto, se sintió los pasos detrás de los suyos ydetuvo en la mitad de la calle. Se enfrentó con el hombre y era muy genial con él. El hombre dijo que trabajaba en el hospital y que era del mismo país que el presidente. Lo invitó a almorzar en unrestaurante caro. El hombre le explicó que había participado en su campaña electoral y que había estado esperando un buen momento para se le introducir. Pidieron buey al carbon y vino tinto, y charlaron.Después del almuerzo, el hombre, Homero, lo invitó al presidente a cenar en su casa con su esposa, quien prepararía arroz de camarones.
Por lo visto, el propósito inicial de Homero, no era taninocente. Le había estado persiguiendo al presidente por mucho tiempo para encontrar un momento a hablar y ganar el favor de él, para que pudiera preguntarle para dinero porque era tan pobre. CuandoHomero regresó a su casa y le dijo a su esposa Lázara lo que pasó, ella estaba enojada porque no había preguntado nada del presidente, y estaba más enojada cuando Homero dijo que había invitado al...
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