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Cantos a Berenice (I)Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogíasque tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilioy cerraron de golpe las bocas del azar.Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,dioses egipcios por profetas ciegos,garra tenaz por mano sin descuido,hastaencontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntasy fue nuestro pequeño sol de cada día.Con errores o trampas,por esta vez hemos ganado la partida.Cantos a Berenice (VII)
Aún conservas intacta, memoriosa, la marca de un antiguo sacramento bajo tu paladar: tu sello de elegida, tu plenilunio oscuro, la negra sal del negro escarabajo con el que bautizaron tu linaje sagrado y que llevas, sin duda,de peregrinación en peregrinación. ¿Para quién la consigna? ¿Qué te dejaste aquí? ¿qué posesiones? ¿O qué error milenario volviste a corregir? Ahora llegas caminando hacia atrás como aquellos que vieron. Llegas retrocediendo hacia las puertas que se alejan con alas vagabundas. Tal vez te asuste la invisible mano con que intentan asirte o te espante este calco vacío de otra mano que creísteencontrar. Vuelcas el plato y permaneces muda como aquellos que vuelven, como aquellas que saben que la vida es ausencia amordazada, y el silencio, una boca cosida que simula olvido.
Cantos a Berenice (XIII)
Se descolgó el silencio,sus atroces membranas desplegadas como las de unmurciélago anterior al diluvio,su canto como el cuervo de la negación.Tu boca ya no acierta su alimento.Se te desencajaronlas mandíbulasigual que las mitades de una cápsula inepta paraencerrar la almendra del destino.Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.Tus ojos no interrogan las vanas ecuaciones de cosas y de rostros.Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas los fugacesmodelos de este mundo.Son apenas dos pozos de opalina hasta el fin donde seahoga el tiempo.Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,sinmás peso que la luz que lo borra y lo amortaja en lágrimas.Tus uñas desasidas de la inasible salvaciónrecorren desgarradoramente el reverso impensable,el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.Tu piel es una mancha de carbón sofocado queatraviesa la estera de los días.Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arrancay después ya no estabas.Te desertó la tarde;te arrojó comoescoria a la otra orilla,debajo de una mesa innominada, muda, extrañamenteimpenetrable,allí, junto a los desamparados desperdicios,los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,que oscila, que se cae,que se convierte en nube.
Francisco Madariaga:
Garcilaso en un sol verde
A Guillermo Barnes
En una plaza verde, con viento y sol,
surgió un deseo en el horizonte brillante del
....río:
una mujer con alas.
¿Sabrá volar y alzar su sangre hasta la copa de
... los árboles,
para que beban los pájaros del desamparo,
y también los pájaros con plumas de caballeros
... armados con el amor jubiloso?Respóndeme, oh "claro c aballero de rocío",
... Garcilaso de la Vega,
que amaste a una señora, no a una doncella:
señora en un castillo con una celda verdadera,
... cuyosbarrotes se rompieron para vos.
Garcilaso, despiértame con tu ruido de armas,
templadas para hundirlas en el corazón de lo más
... cristalino del agua blanca de las hadas,
pero también del fuego.
Garcilaso, soy tu tropero:
el que en las llanuras del reino del corazón
... arrea los aromas de la señora que te amaba,
y disperso esa tropa perfumada sobre la tumba del
... caballero delicado,
elpoeta guerrero,
mojado por el rocío rojo del amor.
De "Aroma de Apariciones"
Entresueño en la siesta
A Julio Salgado
Una toalla de verano arde en aquel
... balcón.
Se agita enredada, tal vez, en alguna
... mano.
¿Una mano de esta ciudad,
o una mano que ha venido con una brisa
... marina?¿Hay algún cuerpo esbelto que sangra,
el ardor de unos ojos,
la canc nión de unas manos?...
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