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Sequía, el avaro, no perdió dos minutos en dirigirse a su casa para guardar el último centavo que le cobró sin escrúpulo a uno de sus pobres inquilinos.
El usurero era frío. Susilencio era cruel. Su casa sólo tenía un ruido: el oro de Sequía. Y una muda biografía: aquel centavo…
Pero Sequía inquietóse… Iba a ver el centavo diariamente. Y una mañana se despertó sorprendido:encontró que la moneda tenía el doble de su tamaño. Poco tiempo después, el centavo ya no cabía en las manos ni en la caja de hierro de su dueño.
Pero, ¿a quién comunicarle un hecho tan útil, tanvalioso? Su dueño pensaba que aquello podría ser una gran mina de hierro.
Sin embargo, fue inútil el silencio de Sequía. El centavo, en un rápido y extraño crecimiento, cubría ya la habitación de su amo,amenazando rajar y derrumbar las paredes de la casa.
Desesperado, Sequía hacía astillas su silencio, y como un agua sin cauce, sale su grito en busca de caminos…
La calle hecha ojos, rodea alavaro, rodea su casa. En tanto, el centavo, en una desenfrenada hinchazón, derriba el caserón, y de súbito, invade el pueblo.
Mas los picapedreros, las dinamitas…Todo ha resultado inútil; pues donde elcentavo se le quita un pedazo, crece inmediatamente renovando lo perdido.
La gente huye hacia el campo.
Se vuelven de metal calles y plazas. No queda hondonada, ni agujero, ni llanura. El centavopor minutos crece más y más. Ahora su gran masa de cobre se desplaza hacia los fugitivos; por momentos, da la sensación de que aquellas fuerzas sin límites es un instinto, un impulso premeditado ydirigido, porque el centavo es un huracán de hierro sin piedad…
Hombres y bestias huyen a las montañas. Y el mundo comienza a morir bajo aquella extraña mole.
Vegetación y agua han desaparecido.De pronto, la poca humanidad que queda en tierra ve a Sequía andando sobre la gran moneda.
Y con las lágrimas que caían de la gente que estaba en las montañas, Sequía, el avaro, se quitaba la sed....
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