Temas Variados
En menos de cuatro horas se llega a Morelia, donde siempre sorprende la cantera rosa con la que se construyeron casas, ex conventos, templos, el acueducto; todo bien cuidado y muy caminable. En esta ciudad que no se agota en dos ni tres días, todo llama la atención: la Casa de las Artesanías, ubicada en la iglesia de San Francisco que data de 1525; la plaza central conla catedral barroca y los edificios que la rodean, además del parque con su quiosco, y muchas iglesias y ex conventos más.
Para nosotros era una simple parada, pero la calzada Fray Antonio de San Miguel, cerca de donde nos hospedamos, nos sorprendió: una larga calle peatonal toda de piedra, flanqueada por viejos árboles, que va de la Fuente de las Tarascas hasta una de las iglesias más lindasy barrocas de la ciudad, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (antes iglesia de San Diego), con paredes, techos y domos pintados de colores vivos, con rosetones y adornos dorados, lo mismo que el altar, y lo mejor es que en vez de verse la vida y muerte de Cristo, en las paredes hay una serie de cuadros que muestran aspectos de la evangelización de los indígenas p'urhépechas, el grupoétnico de Michoacán.
Alrededor y en el lago
En vez de ir directamente a Pátzcuaro, nosotros quisimos ver el lago desde el otro extremo, por caminos menos transitados. Nos atraían los nombres de pueblos como Cucuchuchu, Tzintzuntzan y Erongarícuaro. El primero es la entrada al circuito del lago y tiene una iglesia de piedra en la plaza central, pero no es un poblado turístico.
EnTzintzuntzan, todo se distribuye a lo largo de su calle principal, hasta el café donde puede conseguirse un espresso de excelente sabor, ideal para comenzar la visita. En su pequeño mercado de artesanías hay de todo en paja y tule, un tejido entrecruzado que se conoce como petatillo: los clásicos pescados —que dan abundancia a quien los compra—, cestos de todos los tamaños, manteles, objetos variados y hastapequeñas esculturas de vacas, caballos, monos. Un mono muy simpático, sentado y sonriente fue el que eligió Ximena de recuerdo, mientras que los adultos, supersticiosos, elegimos los peces de la abundancia.
El sitio arqueológico de las Yácatas, en un extremo de la ciudad, tiene esas pirámides con base circular que aún son un misterio para los arqueólogos. En su museo, puntas de lanza, cerámicay pequeñas esculturas dan cuenta de esa cultura que nunca fue conquistada por los mexicas ni por otros pueblos prehispánicos.
Tzintzuntzan fue el centro político de la región, donde vivía el calzontzin (rey) en turno, y sus pirámides fortificaron la ciudad frente a los conquistadores. Por eso, ahí se estableció Vasco de Quiroga en 1533, un obispo que aplicó las ideas utópicas y renacentistasde Tomás Moro en la evangelización. Conocido entre los indígenas como Tata Vasco, el misionario les legó distintos oficios, y ahora cada pueblo michoacano parece especializarse en algo.
En el convento y la iglesia de Santa Ana, edificados en 1526, aún se pueden apreciar los frescos originales del siglo XVI; los alfarjes o techos de madera en las esquinas del atrio; la cocina del lugar,restaurada, y los viejos olivos sembrados por el mismo Tata Vasco.
Adelante de Tzintzuntzan encontramos un pequeño embarcadero con su muelle también pequeño, un proyecto comunitario desde donde visitamos las islas del lago: Yunuén, Pacanda y Janitzio. Caminamos de un lado a otro de Pacanda. “Qué raro es ver cómo viven en una isla. Hay de todo, cementerio, iglesia, escuela, tiendas, casas, como enchiquito, aunque sea de tamaño normal”, nos hizo notar mi hija, emocionada también por el paseo en lancha. Para todos era novedoso escuchar a nuestro alrededor el idioma local y Yésica, la hija del lanchero, de ocho años, nos guió por Pacanda y nos enseñó nuestras primeras palabras en p’urhépecha, un idioma del que se ha dicho se parece al vasco: ichuskuta (tortilla), nanaka (niña), t'átsïni (que...
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