Templanza
LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA
— Dignidad del cuerpo y de todo lo creado. Necesidad de esta virtud.
— La templanza humaniza más al hombre y posibilita también su plenitud. Desprendimiento de los bienes. Dar ejemplo.
— Algunas manifestaciones de templanza.
I. La Iglesia ha reconocido siempre la dignidad del cuerpo humano y de todo lo creado. En elrelato de la creación, el autor sagrado señala cómo Dios se complació en cuanto había creado1; cuando fue creado el hombre, vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho2, y lo constituyó cabeza de toda la creación, y todo lo humano adquirió una particular dignidad después que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la naturaleza humana y realizó la redención del hombre y del universomaterial. No es doctrina cristiana la oposición radical entre el alma y el cuerpo, pues todo el hombre, en cuerpo y alma, está llamado a alcanzar la vida eterna. Nadie como la Iglesia ha enseñado la dignidad y el respeto que se debe al cuerpo: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? Habéis sido comprados a ungran precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo3.
Sin embargo, a causa del desorden que introdujo el pecado en el mundo, el hombre ha de esforzarse y luchar para no verse prisionero y esclavo de los bienes que Dios creó para él, para que también a través de ellos pudiera alcanzar el Cielo. Especialmente en nuestros días, parece que muchos tratan de poner como fin lo que Dios pusocomo medio, y dejan a un lado las leyes divinas, sin darse cuenta de que caen bajo un tirano cada vez más exigente, desfigurando profundamente la imagen de Dios que existe en todo hombre y, con ella, la misma dignidad humana. La templanza, por el contrario, «hace que el cuerpo y nuestros sentidos encuentren el puesto exacto que les corresponde en nuestro ser humano»4, el lugar que Dios lesseñaló.
Quienes no están habituados a negarse nada, quienes abren la puerta a todo lo que piden los sentidos, quienes buscan en primer término agradar al cuerpo y solo se afanan en buscar las mayores comodidades, difícilmente podrán ser dueños de sí mismos y alcanzar a Dios. Están como embotados, incluso embrutecidos, para lo divino, y también para muchos valores humanos, que no entienden y para losque se encuentran incapacitados. Son mal terreno para que la semilla de la gracia divina prenda en ellos. El mismo Señor nos dice en el Evangelio de la Misa que lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril5. En un clima en el que lo importante es el cuerpo, su salud, su cuidado, supresentación, es imposible que la vida cristiana arraigue y dé frutos. Los bienes se convierten así en males, en duros espinos que sofocan lo más noble del hombre y la misma vida eterna, que se inicia ya aquí en el alma en gracia: «Con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar a lo alto»6.
Debemos estar atentos para no dejarnos llevar por ese afándesmedido de bienestar que está presente en muchos sectores del mundo actual, en los que se piensa que la cima de la vida y del triunfo consiste en tener más y en la ostentación de lo que se posee. El verdadero éxito está en ser fieles a aquello que Dios quiere de nosotros y alcanzar la vida eterna. Nosotros sabemos que nuestro corazón solo puede saciarse de Dios, que está hecho para lo eterno y que lascosas terrenas lo dejarán siempre insatisfecho y triste.
II. Nuestra Madre la Iglesia nos ha recordado continuamente la necesidad de la templanza, que, en lo humano, exige dominio de sí y, con el sacrificio y la mortificación, impide que quede sofocada la semilla sembrada en el corazón. Hemos de estar vigilantes, pues si examinamos «la orientación que va tomando nuestra cultura moderna,...
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