Tengo De Todo Aquii
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Harry miró por la ventana del avión. Desde allí se observaba una bella vista panorámica de la ciudad y de su costa. El capitán acababa de anunciar un retraso en la llegada al aeropuerto de Mascot. En ese momento, el avión giró sobre la costa dando así a los turistas a bordo la oportunidad de contemplar Sydney, una ciudad famosapor la belleza de su puerto y sus playas.
Y él estaba de acuerdo con ese sentir. Había viajado mucho y volado sobre de las ciudades más espectaculares del mundo, como Nueva York, San Francisco o Río de Janeiro.
Pero Sydney era especial. Distinta y especial.
Quizás fuera debido a la luz del amanecer, que hacía que sus playas pareciesen más blancas y el agua más azul. Al divisar el deslumbrantepuerto de Sydney, con las célebres construcciones del puente y la ópera brillando, bajo el sol estival, Harry se sintió renacer.
Beth había estado en lo cierto al aconsejarle que volviera al hogar, aunque sólo fueran unos días.
El hogar. Era curioso que siempre hubiera considerado Sydney así. Aunque había nacido allí y pasado en esa ciudad desde los doce hasta los dieciocho años, la mayor parte desu vida había transcurrido en Estados Unidos. Concretamente en Los Ángeles, una ciudad de ángeles o de demonios, según te fuera en ella.
Era una ciudad muy dura, pero Harry vivía bien allí, le suponía un reto constante.
Pero la vida le estaba dando la espalda. Las últimas navidades habían sido muy difíciles y se había sentido especialmente solo y deprimido tras la muerte de su madre. Esepensamiento le dio un escalofrío. Habían pasado ocho meses, pero le dolía como si hubiera sido el día anterior.
Aún le costaba entender cómo consiguió controlarse cuando su padre apareció en el funeral del brazo de su nueva mujer. Era la cuarta. Y tan rubia y joven como las otras. Todas eran iguales. A pesar de que su padre tenía ya sesenta y cinco años, diez más que su madre, no parecía tener muchosproblemas conquistando a jovencitas. Siendo productor, las chicas con ambiciones de estrellato se pegaban a él como las moscas a la miel.
Cuando su madre, una joven ingenua de veinte, conoció a Ben Styles , un atractivo productor que viajaba a Sydney en busca de jóvenes estrellas, cayó rendida a sus pies. Harry nunca entendió por qué su padre acabó casándose con ella. Su madre, una morena de lalocalidad de Bondi, no era su tipo. Y, aunque era verdad que la había dejado embarazada, habría sido mejor que se hubiera vuelto a Estados Unidos y la hubiera dejado sola en Sydney.
Los matrimonios de su padre no habían sido muy duraderos, sólo unos pocos años. Pero tenía uno o dos hijos de cada uno. Harry tenía hermanastros a los que apenas conocía. Su padre ya no vivía en Los Ángeles, sino enNueva York, a donde se mudó cuando dejó a la madre de Harry. El tenía entonces seis o siete años, no conseguía recordarlo con precisión.
«Debía de tener siete porque Beth es seis años más pequeña que yo y acababa de empezar a andar cuando ocurrió», dedujo él.
El caso era que había sido lo suficientemente mayor como para ser consciente de lo que ocurría y sentirse tan herido como su madre. Una mujerdulce y buena. Recordaba cómo su padre, poco antes de salir definitivamente por la puerta dando un portazo, le dijo a su madre, que lloraba sin consuelo, que le había sido infiel desde el principio de su matrimonio. Para apaciguar el dolor, su madre acudió primero a las pastillas. Después vinieron el alcohol y las relaciones esporádicas con jóvenes que se aprovechaban de ella y despilfarraban eldinero de su pensión alimenticia.
Cuando las cosas se complicaron mucho, el abuelo materno de Harry se ocupó de él y de su hermana, llevándolos de vuelta a Australia para asegurarse de que obtuvieran una buena educación y estabilidad emocional. A los dos les encanté vivir en Sydney con su abuelo, que estaba viudo. Especialmente a su hermana. Poco después de llegar, le dijo que le gustaría...
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