teniente

Páginas: 36 (8972 palabras) Publicado: 1 de noviembre de 2014
Ni por ley ni por deber combato, ni por los hombres pblicos, ni por los vtores del gento. Un solitario impulso de placer me atrajo a este tumulto en las nubes . W. B. YEATS, Un aviador irlands prev su muerte El ansiado potro de saltos que el teniente Bravo hizo traer una noche al campamento en una camioneta desvencijada, conducida por un musculoso ex legionario de andares felinos, albergaba unratn en su barriga de paja. El potro era una antigualla, zanquilargo y pesado y con tantos costurones que bien poda haber vivido el desastre de Annual y hasta la guerra de Cuba. El mismo ratn que lo habitaba pareca de otra poca, bigotudo y altanero y un poco rubiales, un poco decimonnico y colonial. Cuando el aparato de gimnasia era descargado de la camioneta, el sargento Lecha vio fugazmente elhocico impertinente del ratn asomado a una raja del cuero y frotndose las patitas delanteras, y golpe repetidas veces el lomo del potro con la mano para obligarle a salir de su escondrijo. Como era noche cerrada, no vio si el ratn escapaba o no. La camioneta emprendi el regreso a Ceuta, el sargento se encamin hacia los sombros barracones del campamento y el potro qued plantado en medio de un pramo detierra bermeja, acogotado y sordo al fragor de la resaca que el viento suba desde la playa. Una de sus patas de madera haba sido sustituida por una rama de cerezo delgada y torcida. Viejsimo y quebrantado, con la piel rada y mugrienta, bajo la furiosa noche sin estrellas pareca un animal manso y estpido abrevando en el polvo. Poco despus del toque de diana, el ratn sali a pasear cautelosamente alo largo de la pata postiza, recorrindola un par de veces antes de esconderse de nuevo en la tripa perforada. La madera de cerezo de la pata tena grabada a punta de navaja, de arriba abajo, una vieja inscripcin casi ilegible e interminable No somos los novios de la muerte y que le den pol culo a Abd-el-Krim. Luisito y Fermn. Las gaviotas empezaron a chillar y a volar bajo, y de pronto la nieblaretrocedi sobre las oscuras aguas del Estrecho como si un viento la chupara rpidamente desde la baha de Algeciras. Iba a romper el da, pero arriba en el cielo los nubarrones color vino, entre los que a ratos emerga el Pen como una mscara de hierro suspendida en el aire, seguan acumulndose, formando negras covachas y ensombreciendo el amanecer. Si el viento era del Estrecho traa olor a pescado, sidel Sahara, a rebaos esculidos y mugrientos conducidos por nios marroques de ojos vivsimos. Un pelotn de reclutas soolientos y atolondrados corra a formar delante del potro, restallando en la oscuridad la voz carrasposa del sargento Lecha y los trallazos de su correa. Apenas se vea nada a una distancia de tres metros, salvo el tenue rubor del alba en las azulinas cabezas rapadas de los reclutas. Aprimeros de marzo de 1955, el campamento de instruccin militar de la Agrupacin de Transmisiones de la Comandancia General de Ceuta, zona occidental del Ejrcito de Marruecos, ocupaba un breve y escarpado territorio entre las yermas colinas al oeste del istmo. El desolado pramo donde los reclutas formaban en lnea de a dos a trompicones era un balcn corrido sobre el Estrecho y a menudo, segn losvientos, exhalaba una repentina efusin de polvo rubio y sanguneo que poda distinguirse desde alta mar. Debido a la proximidad de las porquerizas, unas cercas de caas y uralita donde el brigada Gmez criaba cerdos con las sobras del rancho, frecuentaban la explanada adems de algn solitario recluta gallego que, en horas de asueto, paseaba su morria frente al mar tres gallinas viejas, dos patos resabiadosy una cabra negra y esbelta que los veteranos llamaban Carmencita. A cubrirse Rpido, si no queris que os meta un paso ligero de buena maana La tez colorada, el pelo rizado y entrecano, grueso y paticorto pero sorprendentemente gil, el sargento Lecha corra en pos de los remolones esgrimiendo el cinto. Estis dormidos, coo Los cuatro ltimos, imaginaria Extendan el brazo y se cogan la distancia a...
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