Teologia
1. LA MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL MUNDO
La salvación realizada por Cristo, y consiguientemente la misión de la Iglesia, se dirige al hombre en su integridad: por eso cuando la Iglesia propone su doctrina social, no sólo no se aleja de su misión, sino que la cumple fielmente. Aún más, la evangelización no sería auténtica si no tuviera en cuenta la relación entreel Evangelio y la conducta personal, tanto a nivel individual cuanto social. Además, la Iglesia vive en el mundo y es lógico, e incluso debido, que se relacione con él en modo armónico, respetando la estructura y finalidad propia de la naturaleza de las distintas organizaciones humanas. Así pues, la Iglesia tiene la misión, que es también un derecho, de ocuparse de los problemas sociales; y cuandolo hace «no puede ser acusada de sobrepasar su campo específico de competencia y, mucho menos, el mandato recibido del Señor»1. La misión de la Iglesia en este ámbito no se limita a proponer una normativa ética. Se trata, más básicamente, de mostrar la dimensión evangélica de la vida social, según la entera verdad sobre el hombre, de enseñar la conducta congruente con esa verdad y de exhortar asu cumplimiento. De hecho, entre la vida cristiana y la promoción humana existe una profunda y esencial unión: un nexo antropológico, un vínculo teológico y un deber de caridad2. Esa armonía, sin embargo, no comporta su confusión: la meta de la conducta cristiana es la identificación con
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JUAN PABLO II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 30-XII-1987, 8. Cfr. PABLO VI, Ex. Ap. Evangeliinuntiandi, 8-XII-1975, 29 y 30; JUAN PABLO II, Discurso en Puebla, III; Enc. Redemptor hominis, 4-III-1979, 15; Compendio, 64 y 71. Cfr. Pablo VI, Ex. Ap. Evangelii nuntiandi, 31. La unión de lo humano con lo divino es muy propia del Opus Dei: su Fundador decía que toda la vida de sus fieles es «un servicio de metas exclusivamente sobrenaturales, porque el Opus Dei no es ni será nunca —ni podrá serlo— uninstrumento temporal; pero es al mismo tiempo un servicio humano, porque no hacéis más que tratar de lograr la perfección cristiana en el mundo, limpiamente, con vuestra libérrima y responsable actuación en todos los campos de la actividad ciudadana. Un servicio abnegado, que no envilece, sino que educa, que agranda el corazón —lo hace más romano, en el sentido más alto de esta palabra— y lleva abuscar el honor y el bien de las gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes, menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad, más caridad y más paz» (SAN JOSEMARÍA, Carta 31-V-1943, n. 1 en J.L. ILLANES, F. OCÁRIZ, P. RODRÍGUEZ, El Opus Dei en la Iglesia, Rialp, Madrid 1993, p. 178).
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Cristo; su liberación es, esencialmente,liberación del pecado, que ciertamente exige el empeño en las liberaciones sectoriales3. Esta distinción es la base de la autonomía de las realidades terrenas. Las enseñanzas del Magistero en este campo no se extienden, por tanto, a los aspectos técnicos, ni proponen sistemas de organización social, que no pertenecen a su misión. Estas enseñanzas sólo pretenden la formación de las conciencias; y así,no obstaculizan la autonomía de las realidades terrenas4. Así pues, no corresponde a la Jerarquía una función directa en la organización de la sociedad; su cometido es enseñar e interpretar de modo auténtico los principios morales en este campo. Por eso, la Iglesia acepta cualquier sistema social en que se respete la dignidad humana; y los fieles deben acoger el Magisterio social con una adhesiónde la inteligencia, de la voluntad y de la obras (cfr. Lc 10,16; Catecismo, 2032 y 2037).
2. RELACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO
La religión y la política son ámbitos distintos, aunque no separados pues el hombre religioso y el ciudadano se funden en la misma persona, que está llamada a cumplir tanto sus deberes religiosos cuanto sus deberes sociales, económicos y políticos. Es necesario,...
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