Teoria de las emociones
Ya en la vida cotidiana descubrimos el carácter accesible y, al mismo tiempo, problemático de los fenómenos afectivos. Para ello, basta considerar las dificultades propiasde la descripción de los sentimientos o la diversidad de palabras que el lenguaje corriente usa para denominarlos. Pasión, sentimiento, emoción, afecto, estado de ánimo... son términos que seutilizan aveces como sinónimos, por ejemplo, cuando se habla de la ira como pasión, como emoción, o como estado de ánimo. Otras veces —es el caso del dolor y del placer— el impedimento para describirlos esmayor aún, como se observa en el hecho de que para aludir a ellos se empleen indistintamente los términos de sensación y sentimiento. No cabe sorprenderse, pues, de que algunos filósofos hayan juzgadolos nombres con que designamos los fenómenos afectivos como palabras carentes de significado por falta de una referencia firme y concreta.
Si en la vida ordinaria la experiencia de la afectividadaparece dotada de una complejidad tan grande, esta aumenta todavía más en el ámbito de la reflexión filosófica. Allí, la elección de unos términos por otros —como la preferencia de la modernidad porlos vocablos emoción y sentimiento, en lugar del término clásico pasión, o las sutiles distinciones de la fenomenología en el campo semántico de la afectividad— no obedece solo al intento de una mejorconceptualización y clasificación de una realidad vaga y de perfiles tan difuminados, sino que depende, sobre todo, de la unión estrecha entre la afectividad y una determinada concepción del hombre.Por último, por tratarse de una experiencia en que se muestra la complejidad del ser humano (cambios fisiológicos, conciencia de sí, juicios, inclinaciones hacia diferentes acciones, etc.), losmétodos usados presentan una gran variedad: se va desde la introspección de la conciencia hasta el análisis del comportamiento, pasando por las neurociencias y la llamada inteligencia artificial. En...
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