TEORIA DEL DERECHO-RIDALL
Ricardo Flores Magón
El Radical
El ideólogo obrero
La oveja negra
En el cincuentenario de
Ricardo Flores Magón
Por Armando Bartra
© Armando Bartra
Noviembre 2010
Esta es una publicación de la Delegación Gustavo A. Madero y Para Leer en Libertad AC.
brigadaparaleerenlibertad@gmail.com
Cuidado de la edición: Armando Bartra y Alicia Rodríguez Diseño de libro: Daniela CamperoDiseño de portada: Daniela Campero y Alicia Rodríguez
Armando Bartra
En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño, . arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generacionespudieran ejercitarse también en la escultura.
Augusto Monterroso Qué son cuarenta años, qué son cien.
Heredero del mejor liberalismo decimonónico, precursor de la revolución, inspirador de la Constitución de 1917, ideólogo del proletariado, forjador de partidos de vanguardia, autor de la consigna zapatista “Tierra y Libertad”, develador del potencial anticapitalista del comunitarismo indígena,anarco, radical, antiestatista, libertario, incorruptible...
Esto y más se ha dicho de Ricardo Flores Magón y el magonismo. Y es que los personajes y procesos históricos densos, complejos, prolongados y caladores como el que protagonizó el Partido Liberal Mexicano en las dos primeras décadas del siglo XX, suscitan incontables acercamientos, tantos y tan diversos como quienes los evocamos en busca deinspiración política.
El presente ensayo me lo pidió Carlos Mon-siváis, con motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Flores Magón, y fue publicado en dos en-tregas del suplemento “México en la Cultura”, de la revista Siempre, que por entonces dirigía. Así que la narración fue escrita hace casi cuarenta años y está marcada por su circunstancia: por las certezas, dudas y tribulaciones dequienes en ese tiempo com-batíamos a un régimen canalla que con la masacre de Tlatelolco acabó de balconear su barbarie.
No es casual que en el arranque del texto el joven agitador callejero que era Ricardo a fines del siglo XIX, sea descrito como si se tratara de un brigadista del 68. No es casual que se subraye con insistencia el obrerismo de los magonistas, una esperanza en el potencial rebeldedel proletariado que muchos compartíamos. No es casual que los contestatarios y subversivos de entonces le siguiéramos la pista a un grupo de revolucionarios ilegales, clandestinos, a salto de mata y casi siempre marginales, porque nosotros también lo éramos.
No es impertinente que en este relato se compa-re a revolución mexicana con la rusa, a Regeneración con Iskra y a Flores Magón con Lenin,pues después de todo les tocó inaugurar al alimón las insurgen-cias societarias del la pasada centuria; pero tampoco es casual, pues casi todos los rebeldes ilustrados de hace medio siglo éramos marxista- leninistas y aspi-rábamos a poder ser también neomagonistas sin in-currir en herejía.
Además de los énfasis y el sesgo que le vienen de la época en que fue escrito, al releer el texto encuentrodemasiados “si hubiera”, un abuso muy poco profesional de la historiografía ficción, que sin embargo es acto de solidaridad posdatada con los magonistas: fantasmas entrañables a los que el narrador confronta y rebate como si los tuviera enfrente.
La historia que sigue contiene dos historias: la de los retos que enfrentaban los magonistas antes y durante la revolución de 1910, y la de losdesafíos que enfrentábamos los izquierdistas de los años sesenta y setenta del pasado siglo. La primera es explícita, la segunda hay que buscarla entre líneas, pero está ahí. Y si aplaudo la presente reedición es porque sigo encontrado inspiración política y personal en la saga de Ricardo y los suyos. Y también porque confío en que a cien años de distancia el magonismo puede seguir dialogando, ahora...
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