Teroria p

Quienes hemos atravesado niveles de escolaridad, siendo víctimas de la aplicación de exámenes, recordamos la manera y el estado anímico con el que enfrentábamos dichas pruebas. Indudablemente que enla aplicación de estas pruebas inciden muchos factores entre los que se cuentan el tipo de disciplina, el profesor, las condiciones psíquicas del examinado etc. ; por lo que las repercusionesseguramente también son diferentes, sin embargo en los recuerdos estarán pasajes desconcertantes, neurotizantes, burlescos, de suertes, engaños y desengaños, así como cualidades de sagacidad, tino y sutilezaque permitieron sortear el conjunto de obstáculos burocráticos llamados exámenes, puestos por la sociedad para que junto a lo académico llegar a arrancar niveles de acreditación y títulosprofesionales que sirvan como pre-requisitos para la obtención de un cargo.
Aquí estamos partiendo de la hipótesis de que con el examen, el estudio se da sólo para el examen, no necesariamente para aprender;pero esto no es un asunto de responsabilidad sólo del estudiante, ni siquiera de la institución educativa, sino de la sociedad que ha llegado a un nivel, en el que para ejercer tal o cual cargo, senecesita de un conjunto de certificaciones, independientemente de que el ejercicio de tal función requiera de los conocimientos que supuestamente están tras de un certificado o título.

En esta lógica,Rudolph Accton, refiriéndose a la educación superior latinoamericana sostiene que “el paso por la universidad no es más que una carrera de obstáculos que dura de cinco a siete años excluyendo lasrepeticiones, que la sociedad ha colocado entre su persona y el título. Al llegar a ser doctor, especialmente si tiene la suerte de ser Doctor en medicina, se ha convertido en Conde o marqués del nuevoorden social. Que sepa además algo de medicina es bien secundario, tal como lo hubiera sido para un barón medieval”.

Si bien éstas aseveraciones de algunos autores, y que las venimos retomando,...