Territoris Perdidos Mexico
Refranes comunes | Explicación |
Quien mucho abarca, poco aprieta | Quien emprende muchas cosas a un tiempo, generalmente no desempeña ninguna bien. |
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A mal tiempo, buena cara. | Hay que saber sobrellevar los problemas de la vida. |
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A falta de pan, buenas son tortas. | Cuando falta de algo, se valora lo que puede reemplazarlo. |
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Por la boca muereel pez. | Es inconveniente hablar más de lo necesario. |
A palabras necias, oídos sordos. | No hay que hacer caso del que habla sin razón. |
Nadie diga: de esta agua no he de beber | Ninguno está libre de que le suceda lo que a otro. |
No se debe escupir al cielo. | No se debe ofender a Dios, ni desear a otros cosas nefastas. |
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Ojos que no ven, corazón que no siente. | No se sufrepor lo que no se sabe. |
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Perro que ladra, no muerde. | Los que hablan mucho, suelen hacer poco. |
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Adivinanzas
Ordenes da, órdenesrecibe,
algunas autoriza, otras prohíbe.
(El cerebro)
Unas son redondas,
otras ovaladas,
unas piensan mucho,
otras casi nada.
(La cabeza)
Formamos, como soldados, en una fila
y somos carniceros toda la vida
(Los dientes)
Como la piedra son duros;
para el perro un buen manjar
y sin ellos no podrías
ni saltar ni caminar.
(Los huesos)
Cinco hijitos tiene cada una
y dantortazos como ninguna.
(Las manos)
Leyendas
LA LLORONA
Leyenda Mexicana del Periodo Virreinal
Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes yprolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.
Las primeras noches, los vecinos contentábanse con persignarse o santiguarse, que aquellos lúgubres gemidos eran, según ellas, de ánima del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados y despreocupados, quisieron cerciorarsecon sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obscuras noches o en aquellas en que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos y tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos.Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola, a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado haciael mismo rumbo, al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía.
"La hora avanzada de la noche, - dice el Dr. José María Marroquí- el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que dabasiempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra...
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