Texto pericles
Por otra parte, como alivio de nuestras fatigas, hemos procurado a nuestro espíritu muchísimos esparcimientos. Tenemos juegos y fiestas durante todo el año, y casas privadas conespléndidas instalaciones, cuyo goce cotidiano aleja la tristeza. Y gracias a la importancia de nuestra ciudad todo tipo de productos de toda la Tierra son importados, con lo que el disfrute con que gozamos de nuestros propios productos no nos resulta más familiar que el obtenido con los de otros pueblos.
En el sistema de prepararnos para la guerra también nos distinguimos de nuestros adversarios enestos aspectos: nuestra ciudad está abierta a todo el mundo, y en ningún caso recurrimos a las expulsiones de extranjeros para impedir que se llegue a una información u observación de algo que, de no mantenerse en secreto, podría resultar útil al enemigo que lo descubriera. Esto porque no confiamos tanto en los preparativos y estratagemas como en el valor que sale de nosotros mismos en el momentode entrar en acción. Y en lo que se refiere a los métodos de educación, mientras que ellos, desde muy jóvenes, tratan de alcanzar la fortaleza viril mediante un penoso entrenamiento, nosotros, a pesar de nuestro estilo de vida más relajado, no nos enfrentamos con menos valor a peligros equivalentes. He aquí una prueba: los lacedemonios no emprenden sus expediciones contra nuestro territorio sólocon sus propias fuerzas, sino con todos sus aliados; nosotros, en cambio, marchamos solos contra el país de otros y, a pesar de combatir en tierra extranjera contra gentes que luchan por su patria, de ordinario nos imponemos sin dificultad. Ningún enemigo se ha encontrado todavía con todas nuestras fuerzas unidas, por coincidir nuestra dedicación a la flota con el envío por tierra de nuestrastropas en numerosas misiones; ellos, sin embargo, si llegan a trabar combate con una parte, en caso de conseguir superar a algunos de los nuestros, se jactan de habernos rechazado a todos, y, si son vencidos, que han sido derrotados por el conjunto de nuestras fuerzas. Pero, en definitiva, si nosotros estamos dispuestos a afrontar los peligros con despreocupación más que con penoso adiestramiento, ycon un valor que no procede tanto de las leyes como de la propia naturaleza, obtenemos un resultado favorable: nosotros no nos afligimos antes de tiempo por las penalidades futuras y, llegado el momento, no nos mostramos menos audaces que los que andan continuamente atormentándose; y nuestra ciudad es digna de admiración en estos y en otros aspectos. Amamos la belleza con sencillez y el saber sin...
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