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Hoy fui a la feria. Recuerdo que todo el día estuve esperando que llegaras; por fin, ya entrada la noche y con un aburrimiento tóxico, suena el tambor metálico de la puerta. “¿quién será?”, me pregunto como si quisiera sorprenderme de veras, pero yo ya sé quién es, todo el día lo he sabido, lo he esperado como el preso que espera el patíbulo. – ¿Ya, nos vamos? –Sí, nomas me cambio los zapatosy ya voy –te dije, –¿apúrate que ya casi empieza! Subí de a dos las escaleras, rápido los zapatos, ¿dónde están?, aquí uno, el otro, suéter, ya, ¿me peino?, no así está bien, otra vez está tocando la puerta, ¡ya voy, ya voy! –Ya, vamos.
Hay un puesto de pan en frente de la puerta de mi casa, no bien salgo y ya me reciben panes de corazón, con semillas de amaranto o pasas, con acitrón y otrosredondos de pura naranja y masa. Ahí están todos en los aparadores de aluminio y plástico transparente y sudado por el calor de los panes recién hechos. Huele a pan, a feria de naranja. Los vendedores que lo mismo ofrecen el pan, cobran, amasan y cocinan en el mismo puesto donde debajo de las charolas de aluminio duermen la noche de pueblo, de una feria que dura todo el año, durmiendo debajo delos panes, a un plástico apenas por debajo las cobijas que envuelven el resuello de un niño dormido, arropado por el calor de los panes apenas hechos. El día se extiende un poco más y los focos iluminan lo que la noche se traga. Vamos caminando rápidamente, hasta donde nos deja la demás gente que se atraviesa, que nos va rozando con los ojos, zambullirse en esa marejada palpitante de de zapatos,codos y sombreros. –Mira, ¿quieres un elote? –No. ¡Apúrate! –Sí, ya voy. Ah, mira qué bonitas las alcancías de toritos, ¿compramos una? “No se vería mal sobre el mueble de la sala, además mira qué colores, esta medio chueco de un lado pero si lo volteo un poco no se vería mal. Además no está tan caro…”
–¡Ándale! Que ya casi empieza. –Sí. Pero espérame que me quiero comprar un elote. –¿con todo?– me pregunto el señor y tú me miraste, en ese momento me miraste con tus ojos de prisa y decepción, como si se te fuera el aire, y yo dije, –Sí, póngale todo –te acercaste hasta mi y el señor con su mano estirada que me ofrecía el arbolito de navidad de mayonesa y chile que era el elote, sacaste las monedas del pantalón violentamente, pagaste y no dijiste nada, te diste media vuelta y seguistecaminando. Te seguía a un metro y medio de distancia, te arrastraba con mi lentitud, a cada tramo volteabas para ver si me veías ahí, junto a ti, y no, yo estaba más atrás, viendo las luces, riéndome con las personas de los puestos de lotería, con el tiro al blanco y me imaginaba que te detenías y me decías “¿quieres jugar?” yo te decía que sí y me ayudabas a sostener el rifle, a apuntar para quefinalmente no ganáramos nada, sino un puesto más, ahora lotería, ahora los dardos, ahora las monedas ahora … Me jalabas con la mirada, cada vez me apresuraba un poco más hasta que me tomaste fuerte de la mano y yo nomas veía pasar las luces, las risas y las cosas, todas, por pequeñas que fueran las miraba de reojo queriendo recordarlas por siempre, hasta el siguiente puesto que me ofrecía nuevascosas.
Por fin llegamos, “más adelante”, dije cuando entramos en el atrio de la iglesia, y tú no, aquí está bien, más adelante hay mucha gente y luego no se ve bien, además es peligroso. Y me quede ahí contigo, en el umbral de la entrada a la iglesia y por sobre el hombro de un señor veía la estructura del castillo, el entramado azul de madera y las figuras de mimbre que en unos momentos sevolverían de luz, trataba de adivinar qué serían cuando ya una cascada de luces se elevaba hacia el cielo. Un silbido agudísimo y tremendamente fuerte se dejó sentir por sobre el ruido de los juegos mecánicos a los que no quisiste subirte. Luego de un momento que a mí se me hizo eterno se dejo ver otra cascada de luz, la gente llegaba como una manada al abrevadero, tú no decías nada, apenas te...