Textos argumentativos

Editorial II
Abanderados extranjeros
LA NACIÓN - Jueves 07 de diciembre de 2000 | Publicado en edición impresa
Una norma que chocaba contra la mejor tradición espiritual argentina impedía en la provincia de Neuquén que niños extranjeros fuesen abanderados escolares. En los dos últimos años, su aplicación fue fuente de circunstancias enojosas y de quejas.
Por ejemplo, el reciente caso deuna muchacha chilena a la que se negaba el galardón que había ganado por sus méritos como alumna terminó por desatar un proceso administrativo que, finalmente, desembocó en la decisión de abrogar la conflictiva disposición. El caso, razonable y felizmente resuelto, requiere, empero, de un comentario específico porque situaciones de ese tipo se reiteran habitualmente en otras jurisdicciones delpaís y las respuestas que reciben de parte de las autoridades suelen ser dispares.
Pero seguramente no fue ningún alarde de hostilidad xenófoba lo que inspiró en su momento que en las esferas educativas se adoptaran estas disposiciones, coincidentes con las que rigen en otros países del mundo. La notoria idea-fuerza de que los ciclos primarios y secundarios de la enseñanza revisten una importanciadecisiva en la socialización de los alumnos –y, por intermedio de éstos, del cuerpo comunitario– ha gozado y goza de singular ascendiente. Por una distorsión impropia pero comprensible, no pocas veces, los valores patrióticos ínsitos en toda genuina socialización fueron interpretados sin amplitud ni generosidad.
De ahí a asimilar las funciones escolares a las de una imprecisa preparación para elestado militar había sólo un paso y con alguna frecuencia ese paso fue dado, casi siempre sin un ánimo de responder a un sentimiento xenófobo o de mala predisposición hacia los extranjeros. En otras palabras, la consiguiente adopción por parte del sistema educativo de los rituales y exigencias que caracterizan al ámbito castrense llegó a parecer, en más de un caso, un fenómeno natural.
Hapasado mucho tiempo y hoy, puestos en la perspectiva de un mundo infinitamente interrelacionado y sumidos en nociones culturales que ven en la multiplicidad la plenitud de lo humano, nadie puede ya defender criterios semejantes. Independientemente de lo que suceda en otros países y en otros contextos culturales, es evidente que el efecto de esas prácticas entre nosotros no puede ser otro que lacreación de desconciertos y resquemores.
País de tránsito entre diversas y muy bien definidas agrupaciones demográficas regionales, la Argentina siempre atrajo a gran cantidad de migrantes, tanto antes como después del ciclo clásico de la emigración europea. Esto no sólo nos ha habituado a que haya alumnos extranjeros de mérito notable, sino también a la tendencia a brindar una recepción abierta yfranca a los hijos de otras tierras, en consonancia con la procedencia de importantes sectores de la población, hijos o nietos de inmigrantes.
Además, si alguien alega –como seguramente se hará– que estos casos, al margen de la indudable justicia de lo resuelto en Neuquén, no entrañan situaciones de real gravedad o importancia, se debe señalar que la experiencia demuestra que exclusiones de este tipopueden generar corrientes de malestar social fácilmente perceptibles.
Debe celebrarse, pues, que se haya dejado de lado una disposición discriminatoria, que estaba en colisión con el histórico espíritu de apertura sobre el cual se construyeron las instituciones básicas de la República y que, además, en el caso concreto que motivó su derogación, contrariaba la tendencia actual del país afavorecer la integración continental en todas sus formas.


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