The experiment
Los estudiantes de Psicología conocen bien el experimento de Stanford: fueron seis días en el verano de 1971 que inspiraron un infinito debate ético, un documental televisivo, una película alemana y una bandapunkrock en Los Angeles llamada Stanford Prision Experiment. Bajo la coordinación del doctor Philip Zimbardo, 18 voluntarios del cuerpo de estudiantes de la Universidad de Stanford fueron divididos en “prisioneros” y “guardias”. Los prisioneros fueron alojados en un sector reformado del Departamento de Psicología, que había sido cerrado con barras de acero para parecerse a una prisión. A losguardias se les dio control total sobre ellos. Luego de seis días, el comportamiento de los guardias degeneró tan dramáticamente hacia el sadismo que el experimento fue abortado, pero antes de eso varios voluntarios mostraron signos de alteración mental y el propio Zimbardo se sintió comprometido. “Estos chicos eran todos pacifistas –dijo de los estudiantes elegidos como guardias–. Se volvieronprácticamente nazis.”
El experimento de Zimbardo se convirtió en un clásico, un ejemplo perfecto de una ciencia que amplía el conocimiento humano a expensas de la gente que toma parte en él. Treinta años después, la BBC, junto con las universidades británicas de Exeter y St. Andrews, ha diseñado una versión del experimento que espera poder lograr lo primero sin el riesgo de lo último. “Nuestra motivaciónes preguntar: ¿cuáles son las condiciones bajo las cuales la gente acepta la opresión o actúa contra ella? –dice Stephen Reicher, uno de los psicólogos sociales a cargo–. Queremos estudiar cómo funcionan los sistemas sociales”.
Hay riesgos, sin embargo, de que esto se vea como algo totalmente distinto, algo cínicamente motivado en el rating. Un estudio en Londres está siendo convertidoactualmente en un “medio social” en el que los 15 voluntarios serán introducidos antes de Navidad. Aunque se los dividirá arbitrariamente entre opresores y oprimidos, y serán estimulados mediante un sistema de “privilegios” y “castigos” para resentir unos de los otros, Reicher se inclina a bajar el peso de la analogía de la prisión. Funciona igual, dice, que una oficina o una escuela, donde un grupo degente tiene poder sobre otro. “Es más como un centro de detención o un campo de prisioneros de guerra”, dice peligrosamente Alex Holmes, el director creativo.
Pero teniendo psicólogos clínicos con residencia permanente y la luz verde del comité de ética de la Sociedad de Psicólogos Británicos, la BBC espera que El Experimento tenga valor científico como estudio de la manera en que la gente serelaciona con la autoridad, y sea además un buen programa de TV. Están preparados, sin embargo, para la acusación inevitable de que “El Experimento” es un Gran Hermano aún con peor gusto.
Los psicólogos involucrados, todos muy respetados, argumentan que no se habrían metido en la operación si creyeran que su experiencia se está usando para legitimar algo nocivo. Alex Haslam, de la Universidad...
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