The walking dead
Retorciéndose de dolor en el suelo, Bruce Allan Cooper jadea, parpadea
e intenta recuperar el aliento. Puede oír los gruñidos primitivos,
como balbuceos, del puñado de mordedores que vienen a por él en
busca de alimento. Una voz en su cabeza le grita: «¡Muévete, imbécil
de mierda! ¡Cobarde! Pero ¡¿qué haces?!»
Bruce, un afroamericano enorme con la constitución de un alero
de la NBA,con la cabeza en forma de misil, afeitada y una sombra de
perilla, y rueda por el suelo accidentado, evitando por los pelos las
garras grises y las fauces hambrientas de una mordedora adulta a la
que le falta media cara.
Consigue protegerse mientras recorre un metro y medio o casi
dos, hasta que siente una punzada de dolor en el costado que le
incendia las costillas y se apodera de él,dejándolo paralizado en
plena agonía. Cae de espaldas, aferrándose todavía a su hacha de
incendios oxidada, cuya cabeza está cubierta de sangre, pelo humano,
y la bilis viscosa y negra que los supervivientes llaman «mierda
de caminante».
Bruce se siente desorientado durante unos instantes, le pitan los
oídos y se le ha empezado a cerrar un ojo por la hinchazón de la
nariz rota. Lleva el uniformedel ejército hecho polvo y las botas
militares embarradas de la milicia no oficial de Woodbury. Sobre él
se extiende el cielo de Georgia, un toldo bajo de nubes de un color
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gris similar al del agua sucia, inclemente y desagradable para ser
abril, que se burla del hombre cuando éste lo mira: «Mira, niñato,
ahí abajo no eres más que un bicho, un gusano en el cadáver de una
tierra moribunda,un parásito que se alimenta de las sobras y las
ruinas de una raza al borde la extinción.»
De repente, tres rostros desconocidos eclipsan la visión del cielo
sobre su cabeza, como si fueran planetas oscuros que, poco a poco,
bloquean el firmamento, y todos gruñen estúpidamente como si estuvieran
borrachos, con los ojos lechosos abiertos para la eternidad.
De la boca de uno de ellos, unhombre obeso vestido con una bata de
hospital manchada, gotea una sustancia viscosa y negra que cae sobre
la mejilla de Bruce.
—¡Me cago en la putaaaaaaa !
Bruce sale de repente de su estupor con un arranque de fuerza inesperada
y se abre paso a hachazos. El filo traza un arco hacia arriba y
empala al mordedor gordo a través del tejido blando que tiene bajo la
mandíbula. La mitad inferior de lacara se le cae y una falange fibrosa
de carne muerta y cartílago brillante asciende seis metros girando por
los aires, antes de estamparse contra el suelo con un ruido sordo.
Rodando otra vez y volviendo a ponerse de pie como puede, el
hombre ejecuta un giro de 180 grados —con gran agilidad, teniendo
en cuenta su corpulencia y el terrible dolor al que está sometido— y
le rebana los músculospodridos del cuello a la otra mordedora que
va a por él. La cabeza se le cae hacia un lado, colgando por un instante
de las hebras de tejido reseco que la unen al cuerpo, antes de que
éstas se rompan y la cabeza se desplome en el suelo.
El cráneo rueda unos cuantos centímetros dejando un rastro negruzco
y sanguinolento mientras que, durante un momento insoportable,
el cuerpo permanece en piecon los brazos inertes extendidos,
impulsados por su espeluznante instinto. Hay algo metálico enrollado
a los pies de la criatura, que acaba sucumbiendo a la gravedad.
Es entonces cuando Bruce oye, amortiguado por culpa de sus maltrechos
oídos, el último sonido que esperaría escuchar tras la masacre:
el entrechocar de unos platillos. Al menos, eso es lo que consigue
identificar entre lospitidos que no le abandonan: un ruido metálico
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palpitante en el cerebro que proviene de cerca. Retrocediendo con el
arma en mano y preguntándose qué será el sonido, parpadea e intenta
concentrarse en los otros mordedores que se le acercan arrastrando los
pies. Son demasiados para enfrentarse a ellos con el hacha.
Bruce se da la vuelta para huir y, de repente, choca de lleno con
alguien...
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