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Eran las doce del día cuando todo comenzó.
–Estaba en mi clase de música. Tenía apenas ocho años, y estaba realmente feliz ese día. Supongo que nadie nunca espera un giro drástico hasta que este sucede. –Sonreí con nostalgia. –La cosa es que realmente no sé que fue lo que desencadeno todo el asunto. Supongo que fue algo así.
–Por Dios Maya, ¡eres horrorosa! –Exclamó Max, un niño pelinegro yrechoncho, causando varias risas por parte de los demás chicos del salón.
–¿Y tu que? No eres más que un traga todo. –Respondí enojada. Max solo sabía molestarme por mi físico y eso la verdad dolía.
–No te conviene jugar a la que mas sabe insultar maya, sabemos que la única que sale perdiendo aquí eres tú. –Max tenía razón, a pesar de tener 9 años, él vivía en una zona un poco vulgar, si a mí mepreguntan.
–Ya basta niños, es suficiente. Max, a tu asiento. –Decía Randy, el profesor de Música que acababa de percatar de nuestra discusión.
–Tonto. –Empecé. Nunca pensé que una simple palabra pudiera crear tanto alboroto.
–Estúpida.
–Grosero
–Fea
–Gordo.
– ¡Tus padres no te quieren!
Y esa fue la gota que rebosó el vaso. Todos sabían de mis problemas con mis padres, ya muchas veceshabía llegado llorando por culpa de sus malos tratos. No pude aguantar más.
–Por dios santo Max, ¿no puedes superarlo? Solo sabes insultar a los demás sin tener consideración absolutamente nadie. A lo mejor tu familia está el triple de peor que la mía, pero solo lo ocultas siendo un tonto cretino. Deberías simplemente irte del país, del universo. ¡INCLUSO DE TODA LA GALAXIA! No eres más que un gusanode la sociedad, un estorbo para todo el mundo.
–Maya, tranquilízate. –Dijo mi mejor amiga Marie. –No lo vale.
– ¡No puedo calmarme! Max no es más que un idiota. –Respondí mientras tiraba al suelo mis cuadernos, junto con una silla.
–Maya, es suficiente. –Escuche decir al profesor Randy, pero yo estaba bastante sofocada para poder entenderlo con claridad.
–Solo déjenme en paz.
Para ese momentoyo estaba abrazada a mis piernas intentando regular mi respiración.
–Maya, ven, iremos a Psicología.
–Y…o… no… –Todo lo decía entrecortado. Estaba sofocada, y mi asma no ayudaba en nada.
–No hables, o será peor y deberemos llevarte al hospital, y no queremos que eso pase.
–Maya, ven. Voy a acompañarte. –Dijo Marie haciéndose paso entre los niños asustados que estaban arrinconados en el salón.–Ma…rie… –Lagrimas salían de mi rostro. No podía tragar, no podía respirar, el aire no llegaba a mis pulmones.
–Espera, no te vayas Maya, aquí estoy. –Marie buscó en mi mochila mi inhalador. –Aquí está. Estará todo bien.
Tosí, inhale el aire que no podía sentir, dije incoherencias y entre otras cosas que puedo recordar vagamente, pero al final pude calmarme un poco al momento de aspirar miinhalador.
– ¿Mejor? –Preguntó Marie.
–Mejor.
–Marie, por favor, acompaña a Maya al salón de la Dr. Esther, yo iré en un momento.
–Sí, Señor Martínez.
–Marie… no… quiero ir allá. –Aún seguía un poco sofocada pero podía decir algunas cosas.
–Ven Maya, te hará bien hablar con alguien.
Al final, me levanté escuchando algunos murmullos de los demás chicos del salón. Ya cuando estaba en la puertasaliendo escuché a Max decir algo que me sacó totalmente de mí.
–Por fin, se va la loca.
–Esto es todo. –Dije.
Acto seguido, fui directamente al frente de Max, este abrió los ojos como platos y sin dudarlo lo tomé del cabello. Este se cayó y yo lo arrastré por el suelo hasta golpear su cabeza contra la esquina de la puerta.
– ¡Maya! ¡Es más que suficiente! ¡A psicología! –Gritó el profesor. –¡Ahora!
Marie y yo nos dirigimos a Psicología, en el piso de abajo, específicamente en la oficina de la Dra. Esther.
– ¿Quieres que te acompañe adentro? –Preguntó Marie mirándome a mis claros ojos azules.
–Por favor, no… creo que pueda sola. –Respondí sollozando despacio.
–Yo estoy aquí maya, no te abandonaré.
Marie me tomo el meñique, era una señal que habíamos creado para decir que una...