Tiempo de la iglesia y tiempo del mercader

Integración Areal I
Tiempo de la Iglesia y tiempo del Mercader
Jacques Le Goff
Traducido de: Annales. Economies, Sociétés, Civilizations, Año 15, nº 3, mayo-junio 1960.
Traducido por: Margarita B. Pontieri

El mercader no ha sido despreciado tan frecuentemente como se ha dicho, como consecuencia especialmente de las observaciones de Henri Pirenne quien, sobre este punto se fióexcesivamente de textos particularmente teóricos (1). Se mantiene sin embargo que, si la Iglesia muy tempranamente protegió y favoreció al mercader, dejó durante mucho tiempo pesar graves sospechas sobre la legitimidad de los aspectos esenciales de su actividad. Algunos de esos aspectos comprometen profundamente la visión del mundo que tenía el hombre de la Edad Media, o digamos más bien, para noinclinarnos ante el mito del individuo abstracto colectivo, que tenía en Occidente la gente que, entre los siglos XII y XIV, poseía una cultura y un utilaje mental suficientes como para reflexionar sobre problemas profesionales y sus incidencias sociales, morales y religiosas.
En primera línea de esos cargos hechos a los mercaderes figura reprocharles que sus ganancias suponen una hipoteca sobreel tiempo que sólo pertenece a Dios. He aquí, por ejemplo, lo que escribe para una cuestión disputada en los primeros años del siglo XIV, un lector general de la orden franciscana: “ Queritur an mercatores possint licite plus recipere de eadem mercatione ab illo qui non possit statim solvere quam ab illo qui statim solvit. Arguitur quod non quia tunc venderet tempus et sic usuram committeretvendens non suum” (2).
Antes de hacer surgir la concepción del tiempo que se esconde detrás de este argumento conviene destacar la importancia del problema. Se cuestiona aquí, toda la vida económica en los comienzos del capitalismo comercial. Negar un beneficio sobre el tiempo, y ver en esto uno de los vicios fundamentales de la usura, es no solamente atacar el principio del interés sino tambiénarruinar toda posibilidad de desarrollo de crédito. Al tiempo del mercader que es ocasión primordial de beneficio puesto que aquel que tiene el dinero estima obtener provecho de la espera del reembolso de aquel que no lo tiene a su disposición inmediata, puesto que el mercader funda su actividad sobre hipotecas cuyas tramas son el tiempo mismo -stocks en previsión de hambrunas, compra y venta en losmomentos favorables, deducidas ambas del conocimiento de la coyuntura económica, constantes del mercado de artículos y del dinero que implican una red de informes y correos (3) - a ese tiempo se opone el tiempo de la Iglesia, que sólo pertenece a Dios y no puede ser objeto de lucro.
En verdad, es el mismo problema que, en ese viraje esencial de la historia de Occidente, se presenta tanagudamente a propósito de la enseñanza: ¿se puede vender la ciencia que, ella también, San Bernardo lo recordó con su fuerza acostumbrada, pertenece sólo a Dios (4)? Aquí pues se cuestiona todo el proceso de laicización de los capitales dominios humanos, los fundamentos mismos y los cuadros de la actividad humana: tiempo del trabajo, ideas de la producción intelectual y económica.
La Iglesia, sin duda,arroja el lastre. Al principio acepta, favorece rápidamente la evolución histórica de las estructuras económicas y profesionales. Pero la elaboración teórica, al nivel canónico o teológico, de esta adaptación, se cumple lenta y difícilmente.
El conflicto del tiempo de la Iglesia y del tiempo del mercader se afirma, pues, en el corazón de la Edad Media como uno de los acontecimientos mayores dela historia mental de esos siglos, en los cuales se elabora la ideología del mundo moderno, bajo la presión del deslizamiento de las estructuras y de las prácticas económicas. Quisiéramos precisar aquí, las ideas fundamentales.
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Se estimó frecuentemente que el cristianismo había renovado fundamentalmente el problema del tiempo y de la historia. Los clérigos medievales, nutridos en las Santas...