Tiempo Muerto

Séptimo conjunto




La zafra no bien termino, cuando yo estaba organizando mi viaje. A penas espere a cobrar y de inmediato partí. El batey estaba prologándome el estado de miseria de la vida y el ingenio me llamaba. Presentía que entre esas maquinarias era donde estaba mi futuro y no en las estrecheces del batey rodeado de cañaverales.

Al llegar, lo más que pude hacer fueenterarme de cómo iba toda la situación a través del cuchicheo de la gente. Que Trujillo se quedo definitivamente en el poder y estaba matando poco a poco a los que podían enfrentarlo.

También escuche a muchos hablar de lo ventajoso que era trabajar con el Central Romana. Que allá se podía ganar más dinero. Que por aquí Trujillo estaba comprando todos los ingenios; pero que allá no iba a poder. Bajoese alero inmenso, grande y con forma de ele, dormían todos los que llegaban de los bateyes en lo que encontraban donde alojarse.

Durante el día todo transcurría distinto por que el alero de la bodega grande se convertía en algo así como un centro de reunión. Ahí confluían personas de las más diversas nacionalidades que por cualquier razón estaban vinculadas al ingenio. También sabia depersonas que Vivian en otros ingenios. Yo tenía ya tres días deambulando por las pocas calles del poblado; me la pasaba desorientado, buscando, mirando.

Cuando bajo el sol del medio día, emprendí mi viaje de búsqueda. El poblado del batey no pasaba de unas diez casas con todo y los barrancones bastaba una sola mirada para recorrerlo todo. En los ingenios no; porque en ese tiempo era necesario mirarmucho mas para abarcar todas las casas.

Tome la orientación que me dio las Ingles y camine por el tramo indicado. Mas adelante, debajo de la mata de Ceiba grande que estaba en la esquina había un grupo de personas. Eran negros, en su mayoría cocolos. Jugaban dominó. Mire con cuidado y los vi concentrados.

De repente sentía que en el corazón me golpeaba algo parecido a la alegría.

Yo estabamás grandecita. No necesitaba que mami ni las tías me llevaran del brazo porque podía valerme por mi misma. Cuando estaba en el turno de seis de la mañana a dos de la tarde prefería comer en la casa, tranquilo, bañado, en paz.

Siempre estabas sudando. Normalmente ibas con una franela blanca, con unos tiritos que subían hasta tus hombros. Como las maquinas hacían mucha bulla había que hablar envoz bien alta.


Mientras tu, papabuelo, me preguntabas que con quien vine. Sola, te decía orgullosa de mi valentía.

Tu no debes de vengo sola. Tu sabes que los hembras no los dejan entrar a la ingenio.


No lo decías por regañar. Lo decías con dulzura, por protegerme. Ya para ese momento ya habías detenido la carretilla. Yo la veía con los puños brillosos de tanto manosearla y totalmentecircunspecta se quedaba parada ella sola, sosteniendo en el extremo de abajo como un hombre. Tenía unos trozos de metal atravesados como si fuera una escalera. Por supuesto, de esa escalera, por la estatura lo seria solo para niños.

Tu tomabas el cantinero, le quitabas la parte de arriba, la redonda, e ibas a cualquier saco de azúcar de esos que tenían un roto, cogìas un poco del dulce y melo traías para que me lo comiera. A mi me gustaba mas los pegotes que la azúcar en grano. Pero tu me decías que no comiera de los pegotes porque podían hacerse hechos de una escupida de unos de los azucareros. En esos venían otros de los compañeros tuyos. Se acercaban con sus carretillas vacías en las manos y comenzaban a decirte cosas. Cocolo, ¿esa es tu nieta? Cocolo, tu nieta va subiendo bienbonita.

En eso salía un hombre mejor vestido que todos ustedes. Era el capataz. Aparecía dando palmadas con las manos, diciendo ¡vamos!, ¡vamos! Los otros desaprecian con sus carretillas corriendo por delante. Pero tu, papabuelo, no le hacías caso. Solo los enfocabas con esa mirada fulminante que siempre has tenido. Y me terminabas de encaminar; tú te quedabas vigilándome como con pena mientras...