Tierra sin mal (1 er capitulo)
agosto de 1753, y prosiguió en guaraní, como
cada día desde que había tomado la costumbre
de escribir las efemérides durante las
interminables y tediosas jornadas de navegación,
en el viaje hacia el Paraguay.
“Hoy, que se celebra la Transfiguración de
Nuestro Señor Jesús, se cumple un mes de mi
llegada a Orembae. Doña Florbela, Dios la
bendiga, me hatomado de las manos y me ha
dicho que yo, con mi don, he transfigurado el
rostro de su esposo, don Vespaciano. ‘Quitaste la
desesperanza de sus ojos, querida Manú, y
pusiste de nuevo el brillo que tanto llamó mi
atención el día en que lo conocí’. Me gusta
cuando doña Florbela me llama ‘querida’ o
cuando, sin darse cuenta, me dice ‘hija’. Siento
que, a diferencia de la casa de la calle de SantoCristo, pertenezco a Orembae. Aquí nadie me
condena por estar encinta y sin esposo, y me han
recibido con el mayor de los cariños, pese a que
debe de significar una gran falta para ellos.
”Hoy he cambiado el tratamiento para sanar las
escaras de don Vespaciano, las cuales, cuando
llegué, me asustaron, sobre todo la que se había
formado en la zona del sacro. Como de
costumbre, las he lavado conagua hervida y
jabón de sosa, y en lugar del aceite de
escaramujo, he optado por un emplasto de hojas
de llantén, que mi taitaru siempre indicaba como
un gran astringente, capaz de detener la
pudrición de la carne. A pesar de que doña
Florbela se escandalizaba al principio, cada
mañana y cada atardecer, Cosme y Mateo, los
indios encomendados que se ocupan de las
necesidades de don Vespaciano, lodesnudan, lo
urucuizan y lo ubican en el sector más
resguardado del jardín para que el sol dé de
lleno sobre las heridas. ‘El sol’, decía el padre van
Suerk, ‘y el agua del mar son los mejores
cicatrizantes que conozco’. Los indios lo
abanican con hojas de güembé para evitar que
las moscas y otros insectos hagan nido en la
escara. También hice cambiar el colchón por
uno más blando y he colocadoalmohadillas
rellenas de pluma de ganso y forradas de satén
en los puntos más críticos, como los del sacro,
brazos y talones. Además, día y noche, mantengo
una palangana con agua bajo la cama; mi taitaru
la colocaba bajo las hamacas, cualquiera que
fuese el morbo. Estas medidas y un cambio
rotundo en su dieta le regenerarán el tejido
muerto. Doña Florbela enseguida prestó su
consentimiento paraque la cocinera le preparase
las comidas que yo señalo. Es preciso que ingiera
maní, nueces, porotos, frutas —mango, papaya y
ananá especialmente—, verduras y carnes de
pollo y pescado. Come por onzas y todo majado,
ya que prácticamente no puede masticar.
”Soy optimista en cuanto a la recuperación de
don Vespaciano. Le impongo mis manos todos los
días, y, mientras pienso en mi hijo, que crecedentro de mí, y en Aitor, percibo cómo el calor
abandona mi cuerpo para fluir en el de él. Ha
comenzado a mover los dedos de las manos y a
girar apenas el cuello. Hace esfuerzos por
articular. Su necesidad por comunicarse me
abruma. A veces su desesperación se apodera de
mí y preciso alejarme un momento para
recobrar el ánimo. Es imperativo que me vea
sonriente y fuerte.
”Le hablo continuamente.Le cuento de Aitor, solo
las cosas buenas, de cuando era niño, de cuando
se convirtió en aserrador con solo trece años y se
pasaba semanas lejos de mí, de cuando se
disfrazó de luisón para darle una lección a su
sobrino Laurencio nieto. Esta anécdota lo hizo
sonreír, y los ojos se le colmaron de lágrimas. Se
emociona continuamente. Conozco la sutil
mueca que ejecuta cuando desea poner su manosobre mi vientre, que apenas asoma bajo la bata
de cotilla. Abre grandes los ojos y sonríe si
percibe que mi hijo se mueve. El calor de su
mano traspasa la tela y llega hasta mis entrañas.
Percibo el vigor que, poco a poco, va regresando
a esos dedos que estaban muertos cuando llegué
a Orembae.”
***
Emanuela había tomado el bastón de mando en
cuanto a la salud de Vespaciano de Amaral y
Medeiros se...
Regístrate para leer el documento completo.