tigres

Los tigres al décimo día (Zakariyyā Tāmir).
Las selvas se alejaron del tigre cautivo en una jaula. Pero él no podía olvidarlas y clavó furioso la mirada en unos hombres que rodeaban su jaula y cuyos ojos lo contemplaban con curiosidad y sin temor. Uno de ellos habló con voz reposada y acento imperativo:
-Si realmente queréis aprender mi oficio, el oficio de la doma, no debéis olvidar en ningúnmomento que vuestro primer objetivo es el estómago de vuestro adversario. Os daréis cuenta de que se trata de una profesión difícil y fácil a la vez. Mirad ahora a este tigre. Es un tigre fiero y arrogante, extremadamente orgulloso de su libertad, su fuerza y su valor. No obstante, cambiará y se hará manso, amable y obediente como un niño pequeño. Observad lo que sucede si tiene o no comida yaprended.
Los hombres se apresuraron a decir que serían alumnos leales a la profesión de la doma. El domador sonrió exultante y, seguidamente, se dirigió al tigre, preguntándole con tono burlón:
-¿Cómo estás, distinguido huésped nuestro?
-Tráeme algo de comer, porque es la hora de mi comida –respondió el tigre.
-¿Me das órdenes a mí, siendo tú mi prisionero? –dijo el domador con fingido asombro-,¡Ay, tigre ridículo! Has de darte cuenta de que aquí yo soy el único que tiene derecho a dar órdenes.
-Nadie da órdenes a un tigre –manifestó el tigre.
-Pero tú no eres ahora un tigre. En las selvas, lo eras, pero desde que te metiste en la jaula, eres un simple esclavo, que acatas las órdenes y haces lo que yo quiero –aclaró el domador.
-No seré esclavo de nadie –afirmó impulsivo el tigre.-Estás obligado a obedecerme, porque soy el que tiene la comida.
-No quiero tu comida.
-Pues pasa hambre si quieres. No te forzaré a hacer lo que no deseas.
Y agregó, dirigiéndose a sus alumnos:
-Veréis cómo cambiará, porque la cabeza altiva no sacia un estómago hambriento.
El tigre sintió hambre y evocó, triste, los días en que corría como el viento sin cadenas persiguiendo a sus presas.
Alsegundo día, el domador y sus alumnos rodearon la jaula del tigre.
-¿No tienes hambre? –dijo el domador-. ¡Desde luego que tienes un hambre que te atormenta y te provoca dolor! Admite que tienes hambre, y obtendrás la carne que desees.
El tigre permaneció en silencio. El domador le ordenó:
-Haz lo que digo y no seas tonto. Confiesa que tienes hambre y te saciarás pronto.
-Tengo hambre –admitióel tigre.
El domador se rió y dijo a sus alumnos:
-Acaba de caer en una trampa de la que ya no se librará.
Y dio órdenes para que el tigre tuviera mucha carne.
Al tercer día, el domador le dijo al tigre:
-Si quieres obtener comida hoy, harás lo que te pida.
-No te obedeceré –dijo el tigre.
-No te precipites. Mi petición es muy fácil. Tienes que correr en torno a tu jaula y, cuando yo tedija: “¡para!”, tienes que pararte.
El tigre se dijo: “En realidad es una petición insignificante, y no merece la pena que sea terco y pase hambre”.
El domador gritó con un tono cruel e imperativo:
-¡Para!
Inmediatamente, el tigre se quedó inmvilizado. El domador aplaudió con voz alegre:
-¡Bien!
El tigre se sintió feliz y comió vorazmente, en tanto que el domador les explicaba a sus alumnos:-Al cabo de unos cuantos días, se convertirá en un tigre de papel.
Al cuarto día, el tigre le confesó al domador:
-Tengo hambre. Pídeme que me pare.
El domadodr les reveló a sus alumnos:
-Ya ha empezado a amar mis órdenes.
Y a continuación prosiguió, dirigiendo sus palabras al tigre.
-Hoy no comerás, a menos que imites el maullido de los gatos.
El tigre reprimió su cólera y se dijo: “Me voya divertir imitando el maullido de los gatos”.
E imitó el maullido de los gatos. El domador frunció el entrecejo y le riñó:
-Tu imitación es un fracaso. ¿Acaso un rugido es como un maullido?
El tigre remedó por segunda vez el maullido de los gatos. Pero el domador siguió poniendo mala cara y le dijo con desprecio:
-Cállate, cállate. Tu imitación es aún un desastre. Te dejaré que practiques...