Titulo

Tercera edición en Colofón S.A.: 1997
@ Colofón, S.A.
Giotto 139
01460 México D.F.

Teléfonos:61191 52 - 563 26 91 Fax: 5988731
ISBN 968-867-016-2
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico

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SEGUNDA PARTE
CÓMO FORMAR EN EL NI~O LOS
ELEMENTOS DE LA MORALmAD

l. -

EL ESPIRITU

DE DISCIPLINA

NOVENA LECCIÓN

LA DISCIPLINA Y LA PSICOLOGfA
DEL NI:&O
Luego dehaber determinado los diferentes elementos de la moralidad, investigaremos de qué modo es
posible constituirlos o desarrollarlos en el niño. Comenzaremos por el primer elemento que distinguimos,
es decir, por el espíritu de disciplina.
La misma naturaleza del problema determina el
método a seguir. Conocemos el fin que se quiere lograr. es decir, el término hacia el cual es necesario
conduciral niño. Pero el modo en que conviene conducirlo, el camino que es necesario hacerle atravesar
depende necesariamente de lo que él sea en el punto de
partida. La acción educadora no se ejerce sobre una
tabla rasa. El niño tiene una naturaleza propia y.
puesto que se trata de formar esa naturaleza para
actuar sobre ella con conocimiento de causa, ante todo
nos es indispensab!e tratar deconocerla. Debemos,
pues, preguntarnos en primer lugar, en qué medida y
~e qué manera es accesible el niño al estado espiritual

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que queremos provocar en él; cuáles son, entre sus aptitudes naturales, aquellas sobre las cuales podremos
apoyarnos para obtener el resultado deseado. Ha llegado, pues, el momento de interrogar a la psicologia del
niño, que es la única en este punto que puedesuministrarnos los datos necesarioS.
Dijimos, en la primera lección, que los estados mentales que debe despertar la educación en el niño no
existen en él sino bajo la forma de virlualidades muy
generales y alejadas de la forma definitiva que tomarán con posterioridad. Esta proposición será verificada en especial en lo concerniente al espiritu de disciplina. Puede decirse que ninguno de loselementos de
que se compone está ya constituido en la conciencia
del niño.
Esos elementos son dos.
Está, en primer lugar, el gusto por una existencia
regular. Puesto que el deber es siempre el mismo en
iguales circunstancias, y que las principales circunstancias de nuestra vida están determinadas por nuestro sexo, estado civil, profesión y condición social, es
imposible querer cumplir con eldeber cuando se rechaza todo lo que signifique hábito regular. El orden moral entero descansa sobre esta regularidad. La vida
colectiva no podría funcionar armónicamente si cada
uno de los que están encargados de una función social
cualquiera (doméstica, cívica o profesional) no la llenaran en el momento prescripto y del modo prescripto.
Lo que caracteriza, por el contrario, la actividad infantil,es la absoluta irregularidad de sus manifestaciones. El niño pasa de una a otra impresión, de una a
otra ocupación, de un sentimiento a otro, con la más
extraordinaria rapidez. Su humor nada tiene de fijo;
la cólera nace y se apacigua en él con la misma instantaneidad; las lágrimas suceden a las risas, la simpatía alodio o viceversa, sin razón objetiva o, cuanto
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más, bajo lainfluencia de la más leve circunstancia. El
juego que lo ocupa lo retiene poco tiempo, se despreocupa rápidamente de él para pasar a otro. Esta misma
movilidad vuelve a encontrarse en la curiosidad inagotable con que el niño persigue a sus padres o maestros.
A vecesse ha visto en esto una primera forma del instinto científico. Esta comparación no puede ser aceptada sin reservas. Sin duda cuando el niñopregunta
es porque siente la necesidad de clasificar las cosas
que've, las impresiones que siente, en el pequeño sistema de ideas en formación que constituye su espíritu,
y esta pecesidad de coordinación está en la base del
conocimiento científico. Pero, i qué inconstante y móvil
es en el niño! El objeto que llamó la atención de nuestro pequeño observador no lo retiene sino algunos...