Toda La Verdad
Version Original
—¡Ricardo!
—Ah...
—Vení para acá.
—Ya voy.
—¡Vení para acá, te digo!
—Para qué...
—¡Vení para acá te digo, inmediatamente!
Ricardo apareció en la puerta de la cocina, la camisa que se había sacado todavía en la mano. Clara estaba apoyada contra la mesa de nerolite, los brazos cruzados, el batón de plush amarillito cerrado sobre elcuello.
—¿Qué pasa? —preguntó Ricardo, amagando irse hacia su pieza.
—¿Qué pasa? —repitió Clara—. ¿Y todavía preguntás qué pasa? ¿Todavía tenés el tupé de preguntar qué pasa?
Los ojos de Ricardo se quedaron mirándola, interrogantes, la camisa a cuadros colgada del dedo índice, como de una percha.
—¿Sabés la hora que es? —preguntó Clara, tensos los músculos del cuello. Ricardo se encogió de hombros.—¿Sabés la hora que es? —repitió Clara—. ¿Tenés idea de la hora que es?
—No sé... qué sé yo... —aventuró Ricardo—. La una. La una y media.
—¡"La una, la una y media"! —imitó Clara en tanto se catapultaba desde la mesada de la pileta, y cruzaba en dos pasos rápidos el espacio que la separaba de Ricardo, quien se sobresaltó—. ¡"La una y media", mocoso de porquería! —descubrió ante los ojos deRicardo, poniéndole a tres centímetros de las pestañas su reloj pulsera—. ¡Las cuatro! ¡Las cuatro, mocoso de porquería! ¡Las cuatro de la mañana son!
—Nooo... —pareció ignorar Ricardo, casi asombrado.
—¡No te hagas el estúpido! ¡Infeliz! —Clara ya no pudo contenerse y lanzó de arriba hacia abajo, un par de cachetazos ampulosos sobre la cara de Ricardo.
—¡Te hacés el que no sabés la hora que es,te hacés el estúpido, estúpido!
Ricardo soltó la camisa, se dejó caer hacia atrás, apoyando la magra espalda desnuda contra la puerta de la cocina, que golpeó, sonora, contra la pared.
—¡Pará! ¡Pará! —alcanzó a decir, cubriéndose con los antebrazos—. ¡Qué!...
—¡Porquería, porquería! —siguió castigando desordenadamente Clara—. ¡Todavía querés hacerme creer que no tenés idea de la hora! ¡Basura!—¡Pará, pará! —Ricardo, agachándose, alcanzó a escabullirse corriendo hacia el comedor oscuro—. ¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? —Clara había desistido de perseguirlo, tras los últimos mandobles al aire, y ahora se había apoyado con una de sus manos contra el vano de la puerta, agitada, adoptando un gesto trágico—. ¿Todavía preguntas qué me pasa? ¡Que me vas a matar vos, eso me pasa,vos y tu hermana me van a matar, eso es lo que están buscando! ¡Lo que están buscando es eso, que me dé un síncope y me caiga redonda al suelo! ¡Cuando consigas eso vas a estar contento, recién ahí vas a estar contento, recién ahí, chinito de mierda!
Lentamente, cerrándose con ademán cuidadoso el cuello del batón, acomodándose un mechón de pelo que le había caído sobre la frente, Clara, aúnrespirando agitada, desandó el trecho que había recorrido hacia su hijo y volvió a apoyarse contra la mesada de la cocina. Bajó la cabeza y se tomó la frente con la mano derecha.
—Eso es lo que está buscando este mocoso —dijo, como para sí, pero en voz alta—. Que me dé un ataque al corazón y me muera.
Ricardo había vuelto lenta y silenciosamente a asomarse a la puerta de la cocina. Había recogido,incluso, su camisa del suelo.
—Ahí vas a estar contento, ahí vas a estar contento —prosiguió Clara, advirtiendo su reaparición—. Ahí sí. Ahí ya no vas a tener a la pobre vieja imbécil controlándote, ahí vas a estar feliz. Eso es lo que querés. Eso.
—No, mira... —intentó Ricardo.
—Pero no te voy a dar el gusto —Clara retomó su tono violento, meneando la cabeza—. No te voy a dar el gusto. Te juroque hasta el día que reviente como una bestia por los disgustos que me dan vos y la otra de tu hermana, te juro que como que hay un Dios, te voy a tener cortito y te voy a poner en vereda, te juro, aunque me cueste... —fue poco a poco insuflándose energía a sí misma—... aunque me cueste, no sé, los años de salud, de vida, los años de vida que me cuestan vos y tu hermana con las perrerías que...
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