El muy sabio varón y célebre anticuario mexicano, don Carlos de Siguenza y Góngora, en una obra que intituló "Paraíso Occidental, plantado y cultivado por la liberal benéfica mano de los muy Catholicos y poderosos reyes de España Nuestros Señores, en su magnífico Real Convento de Jesús María de México",refiere un espantable suceso del cual certifica su verdad como testigo.
Refiere el buen varóny sapiente escritor, que en el dicho monasterio de Jesús María, y en el curso del siglo XVII, hacía años que en la sala de labor de las monjas, en el aposento dedicado a los ejercicios, en una escalera y en otros lugares, solían espantarse las religiones por cosas sobrenaturales que veían u oían.
Algunas de las dichas monjas, aseguraban haber visto dos Jueves Santos seguidos, a un clérigo quesubía la escalera, con gran reposo y en silencio, pero no con señales de estar vivo, sino muerto: "de la cual-dice Siguenza y Góngora- como de efectos de la soledad y del miedo no se hizo caso"
Los meses pasaron así entre sustos y sobresaltos y a la sazón estaba de novicia en el propio convento una viuda, llamada Tomasina Guillen Hurtado de Mendoza, esposa que había sido de un don Francisco Pimental,gentilhombre del Virrey Conde de Bolaños.
Al morir Pimentel, dejó a su consorte por herencia el ajuar de su casa, que era muy bueno y una dieta muy mala que montaba a tres mil pesos "para que cuando la cobrase se enterase la monja"
Tomasina había sufrido mucho al lado de su madre desde niña; pues la madre "era de condición indigente y arrebatada", y la había criado con excesivo rigor yencerramiento. La tenía de continuo entre unas tablas hilando oro, la reprendía muy de continuo y le daba golpes con el huso hasta descalabrarla.
A los quince años de edad, y no pocos de sufrimientos, la madre la metió de monja e Jesús María, pero ella, más inclinada al siglo que al claustro, volvió al mundo a poco. Enfermóse después de un fuerte tabardillo, que la puso a las puertas de la muerte;prometió, si sanaba, vivir de religiosa, más cuando hubo sanado, arrepintiéndose y se contentó con llevar un hábito de Santa Teresa.
Se molestó con esto la irritable madre y la encerró en el convento de Santa Isabel. Abrigaba la esperanza de que alguna persona pudiente le diera una rica dote de que profesara. Ella, empero, volvió al siglo, y a la postre de algunos años se casó al fin con el dicho donFrancisco Pimentel.
Dice Siguenza y Góngora que "si mala vida tuyo – la Tomasina con la madre cuando muchacha-. No fue digna de compararse con ella la que le dio el marido. Al segundo día tapió las ventanas de la casa; y cuando salía de ella, la dejaba encerrada en el último aposento con muchas llaves, y aunque con tan nimia diligencia le quitaba las ocasiones, nunca le faltaron motivos al celosohombre para andar en pleitos"
Por suerte y dicha de la Tomasina, no duró casada más de un mes y dos o más semanas; y ya difunto el esposo, vacilaba en seguir o no los consejos de una buena amiga, que le aconsejó tornara a encerrarse en un monasterio. Contribuyó mucho a decidirla, el que en cierta ocasión en que fué al convento de Jesus María en busca de una moza, al despedirse y lamentarse de sumala suerte, una de las porteras le dijo:
-Vuelva a casa "pan perdido", mira lo que haces. Palabras que hondamente la conmovieron y la decidieron a profesar en aquel santo monasterio.
Transcurridos algunos meses de su noviciado. Tomasina soñó que se le aparecía el clérigo que habían visto otras subir pausadamente por la escalera; el cual le pidió determinadas devociones que le habían de hacertodas las religiosas en común, a fin de salir de los tormentos del Purgatorio que hacía muchos años padecía, y sin haber logrado en todo este tiempo que alguna monja le escuchase para referírselos.
Comunicó su terrible sueño Tomasina al confesor, y suponiendo éste que todo era resultado de la imaginación, la mandó sólo que encomendarse a Dios al clérigo.
Pero por muchas noches volvió a soñar lo...
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