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Al cierre de estas páginas, la capital del país entra al cuarto día del más fuerte paro de transporte público de los últimos años. Desde la madrugada del lunes pasado, una de las agremiaciones de pequeños transportadores, Apetrans que agrupa a menos del 20 por ciento de los vehículos, decretó un cese de actividades que ha afectado la vida de más de cuatro millones decapitalinos, generado cuantiosas pérdidas y producido saqueos y desórdenes.
Si los bogotanos necesitaban una prueba de la perversidad de la estructura actual del transporte, este paro es la más contundente. La prestación del servicio, cuyos usuarios, en su gran mayoría, provienen de los estratos más pobres, ha sido boicoteada por una minoría intransigente y agresiva, ante la descarada desidia, y hastala complicidad tácita, de las grandes empresas.
Que una pequeña parte del gremio de propietarios pueda poner de rehén a la ciudad entera y chantajear a sus autoridades configura la imperiosa necesidad de implementar el nuevo Sistema Integrado de Transporte (SITP).
Para los huelguistas no es una sorpresa que el SITP contemple la salida de más de 3.500 vehículos. Desde el principio de estadiscusión, que lleva más de dos años, era claro que la sobreoferta constituía uno de los problemas que había que resolver. De allí se desprende la consecuente racionalización del número de buses, rutas y empresas existentes.
La nuez del paro está en el monto que el Distrito les reconocerá a los pequeños transportadores por sus vehículos y la renta fija de la que gozarán por 24 años. Ayer, la Alcaldíahabía casi duplicado su oferta de 0,8 a 1,5 por ciento mensual del valor de los carros, pero Apetrans se levantó de la mesa reclamando el 2 por ciento, una rentabilidad muy superior a la que, por cierto, ofrecen los bancos o cualquier actividad lícita.
Lo peor es que, inevitablemente, ese cambio en las condiciones financieras terminará siendo costeado por los usuarios a través de mayores tarifas.En otras palabras, los capitalinos les pagarán a los dueños de buses viejos, incómodos y contaminantes una pensión libre de deducciones durante casi un cuarto de siglo, por dejar de prestar el indigno y pésimo servicio de hoy.
Y, además, ese dinero saldrá del bolsillo de los más pobres. Tal es el aberrante nivel de captura del transporte público del que los intereses minoritarios han disfrutadopor décadas.
A nadie engañan los pequeños transportadores con sus denuncias de injusticia. El mayor abuso es el que han soportado por cuatro días los millones de usuarios, obligados a desplazarse en las peores condiciones a sus sitios de estudio y trabajo. La población bogotana ha sido demasiado tolerante y comprensiva por décadas con un gremio abusivo, que actúa como si fuera dueño de lo que esuna concesión del Estado. La oportunidad de los huelguistas para mejorar sus condiciones de transición al nuevo sistema la perdieron al optar por el camino de la fuerza, al patrocinar el vandalismo y al rechazar la generosa oferta del Distrito.
Sin importar el color político, el alcalde Samuel Moreno necesita el apoyo de la ciudadanía en este pulso por el futuro de la movilidad. Y también el delos candidatos presidenciales en un tema tan crucial para la capital, ya que el burgomaestre perdió el respaldo del aspirante de su propio partido.
En la mesa de negociación está en juego no solo la viabilidad financiera del Sistema Integrado de Transporte, sino también la apuesta colectiva de una ciudad a mejorar sus condiciones de vida. Como representante de todos los bogotanos, el alcalde Morenodebe seguir defendiendo el interés general sobre los intereses particulares, no reversar la entrada en funcionamiento del SITP y mantener una postura firme, como lo reflejan las medidas tomadas anoche. Bogotá cuenta con ello y sabrá agradecérselo
Publicación
eltiempo.com
Sección
Editorial - opinión
Fecha de publicación
4 de marzo de 2010
Autor
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Atentados con petardos...
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