Todo
Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.La muerte de la emperatriz de la China
Delicada y fina como una joya humana vivía aquella muchachita de carne rosada en la pequeña casa que tenía un saloncito con los tapices de color azul desfalleciente. Era su estuche.
¿Quién era el dueño de aquel delicioso pájaro alegre, de ojos negros y boca roja? ¿Para quién cantaba su canción divina cuando la señorita Primavera mostraba en el triunfo delsol su bello rostro riente, y abría las flores del campo, y alborotaba la nidada? Suzette se llamaba la avecita que había puesto en jaula de seda, peluches y encajes un soñador artista cazador, que la había cazado una mañana de mayo en que había mucha luz en el aire y muchas rosas abiertas.
Recaredo —¡capricho paternal!, ¡él no tenía la culpa de llamarse Recaredo!— se había casado hacía año ymedio. —¿Me amas? —Te amo. ¿Y tú? —Con toda el alma.
Hermoso el día dorado, después de lo del cura! Habían ido luego al campo nuevo; a gozar libres del gozo del amor. Murmuraban allá en sus ventanas de hojas verdes las campanillas y las violetas silvestres que olían cerca del riachuelo, cuando pasaban los dos amantes, el brazo de él en la cintura de ella, el brazo de ella en la cintura de él, losrojos labios en flor dejando escapar los besos. Después, fue la vuelta a la gran ciudad, al nido lleno de perfume de juventud y de calor dichoso.
¿Dije ya que Recaredo era escultor? Pues si no lo he dicho, sabedlo.
Era escultor. En la pequeña casa tenía su taller, con profusión de mármoles, yesos, bronces y terracotas. A veces, los que pasaban oían a través de las rejas y persianas una voz quecantaba y un martillo vibrante y metálico. Suzette, Recaredo; la boca que emergía el cántico, y el golpe del cincel.
Luego el incesante idilio nupcial. En puntillas, llegar donde él trabajaba, e, inundándole de cabellos la nuca, besarle rápidamente. Quieto, quietecito, llegar donde ella duerme en su chaise-longue, los piececitos calzados y con medias negras, uno sobre otro, el libro abierto sobre elregazo, medio dormida; y allí el beso es en los labios, beso que sorbe el aliento y hace que se abran los ojos, inefablemente luminosos. Y a todo esto, las carcajadas del mirlo, un mirlo enjaulado que cuando Suzette toca de Chopin, se pone triste y no canta. ¡Las carcajadas del mirlo! No era poca cosa. —¿Me quieres? —¿No lo sabes? —¿Me amas? —¡Te adoro! Ya estaba el animalucho echando toda la risadel pico. Se le sacaba de la jaula, revolaba por el saloncito azulado, se detenía en la cabeza de un Apolo de yeso, o en la frámea de un viejo germano de bronce oscuro. Tiiiiiirit... rrrrrrtch fiii... ¡Vaya que a veces era malcriado e insolente en su algarabía! Pero era lindo sobre la mano de Suzette que le mimaba, le apretaba el pico entre sus dientes hasta hacerlo desesperar, y le decía a vecescon una voz severa que temblaba de terneza: —¡Señor Mirlo es usted un picarón!
Cuando los dos amados estaban juntos, se arreglaban uno a otro el cabello.
—Canta —decía él.
Y ella cantaba, lentamente; y aunque no eran sino pobres muchachos enamorados, se veían hermosos, gloriosos y reales; él la miraba como a una Elsa y ella le miraba como a un Lohengrin. Porque el Amor, ¡oh jóvenes llenos desangre y de sueños!, pone un azul de cristal ante los ojos, y da las infinitas alegrías.
¡Cómo se amaban! Él la contemplaba sobre las estrellas de Dios; su amor recorría toda la escala de la pasión, y era ya contenido, ya tempestuoso en su querer, y a veces casi místico. En ocasiones dijérase aquel artista un teósofo que veía en la amada mujer algo supremo y extrahumano, como la Ayesha de Rider...
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