Todo

Páginas: 59 (14728 palabras) Publicado: 15 de noviembre de 2012
saco del correo. Quince años de espera habían agudizado su intuición. El gallo había agudizado su ansiedad. Desde el instante en que el administrador de correos subió a la lancha, desató el saco y se lo echó a la espalda, el coronel lo tuvo a la vista.
Lo persiguió por la calle paralela al puerto, un laberinto de almacenes y barracas con mercancías de colores en exhibición. Cada vez quelo hacía, el coronel experimentaba una ansiedad muy distinta pero tan apremiante como el terror. El médico esperaba los periódicos,en la oficina de correos.
—Mi esposa le manda preguntar si en la casa le echaron agua caliente, doctor —le dijo el coronel.
Era un médico joven con el cráneo cubierto de rizos charolados. Había algo increíble en la perfección de su sistema dental.Se interesó por la salud de la asmática. El coronel suministró una información detallada sin descuidar los movimientos del administrador que distribuía las cartas en las casillas clasificadas. Su indolente manera de actuar exasperaba al coronel.
El médico recibió la correspondencia con el paquete de los periódicos. Puso a un lado los boletines de propaganda científica. Luego leyósuperficialmente las cartas personales. Mientras tanto, el administrador distribuyó el correo entre los destinatarios presentes. El coronel observó la casilla que le correspondía en el alfabeto. Una carta aérea de bordes azules aumentó la tensión de sus nervios.
El médico rompió el sello de los periódicos. Se informó de las noticias destacadas mientras el coronel —fija la vista en su casilla —esperaba que el administrador se detuviera frente a ella. Pero no lo hizo. El médico interrumpió la lectura de los periódicos. Miró al coronel. Después miró al administrador sentado frente a los instrumentos del telégrafo y después otra vez al coronel.
—Nos vamos —dijo.
El administrador no levantó la cabeza.
—Nada para el coronel —dijo. El coronel se sintióavergonzado.
—No esperaba nada —mintió. Volvió hacia el médico una mirada enteramente infantil—. Yo no tengo quien me escriba.
Regresaron en silencio. El médico concentrado en los periódicos. El coronel con su manera de andar habitual que parecía la de un hombre que desanda el camino para buscar una moneda perdida. Era una tarde lúcida. Los almendros de la plaza soltaban sus últimashojas podridas. Empezaba a anochecer cuando llegaron a la puerta del consultorio.
—Qué hay de noticias —preguntó el coronel.
El médico le dio varios periódicos.
—No se sabe —dijo—. Es difícil leer entre líneas lo que permite publicar la censura.
El coronel leyó los titulares destacados. Noticias internacionales. Arriba, a cuatro columnas, una crónica sobre lanacionalización del canal de Suez. La primera página estaba casi completamente ocupada por las invitaciones a un entierro.
—No hay esperanza de elecciones —dijo el coronel.
—No sea ingenuo, coronel —dijo el médico—. Ya nosotros estamos muy grandes para esperar al Mesías.
El coronel trató de devolverle los periódicos pero el médico se opuso.
—Lléveselos para sucasa —dijo—. Los lee esta noche y me los devuelve mañana.
Un poco después de las siete sonaron en la torre las campanadas de la censura cinematográfica. El padre Angel utilizaba ese medio para divulgar la calificación moral de la película de acuerdo con la lista clasificada que recibía todos los meses por correo. La esposa del coronel contó doce campanadas.
—Mala para todos—dijo—. Hace como un año que las películas son malas para todos.
Bajó la tolda del mosquitero y murmuro: “El mundo está corrompido”. Plero el coronel no hizo ningún comentario. Antes de acostarse amarró el gallo a la pata de la cama. Cerró la casa y fúmigó insecticida en el dormitorio. Luego puso la lámpara en el suelo, colgó la hamaca y se acostó a leer los periódicos.
Los...
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