todos estabamos as la espesrra

Páginas: 7 (1543 palabras) Publicado: 29 de febrero de 2016
ibamos llegando uno a uno y nos sentábamos en los altos bancos rojos a lo largo del bar. Nos quedábamos allí, en silencio, oyendo las canciones que alguien cantaba en los discos. Otras noches había boxeo. Entonces dejábamos de echar monedas en los tocadiscos y mirábamos la pelea. Pero no duraban mucho tiempo. Casi nunca llegaban al último round pues siempre alguien era tirado violentamente sobrela lona gris y un hombre con un corbatín le levantaba la mano al que se había quedado de pie y la pelea terminaba. Algunas veces apostábamos, pero después de un tiempo no quisimos ver más esto y dejamos de sintonizar al Madison. Nadie dijo nada. Nos pusimos de acuerdo sobre ello sin que nadie lo propusiera. Dejamos de ver el boxeo como hacíamos todo: sin decirnos nada. Había otras noches cuandono teníamos dinero y entonces entrábamos, nos acercábamos al tocadiscos y apretábamos un botón. La canción sonaba un largo rato y luego nos íbamos otra vez. Porque teníamos que ir todas las noches pues no sabíamos cuándo llegaría y no queríamos que llegara y no estuviéramos nosotros allí. Pero el dueño se dio cuenta. Supo que nosotros también estábamos a la espera y una noche, cuando pasábamosfrente a él hacia el tocadiscos,  nos dijo: “pueden tomar lo que quieran”. Entonces nos acercamos al bar y comenzamos a tomar como siempre. Desde esa noche ya nunca dejamos de ir. Y aunque no tuviéramos dinero nos sentábamos en  los altos bancos rojos y pedíamos nuestros tragos. Una noche llegó alguien a quien nunca habíamos visto. Como si conociera el lugar desde mucho antes, como si él supiera denosotros. Tomó un banco y lo acercó al nuestro. Luego dijo: “voy a quedarme aquí. Tiene que llegar a este bar”. Nadie lo miró. Pero nosotros sí. Tenía el pelo negro, una pipa labrada y un saco grueso. No dijimos nada y él puso sus billetes sobre el mostrador y comenzó a tomar lentamente. “hace tiempo que estoy esperando”, dijo y golpeó la pipa contra la palma de la mano abierta y dura. “me salí dela carretera con los catorce que me tocaban a mí. Caminé detrás de ellos hasta que encontré un pequeño claro de arena blanca. Entonces oí que ya él había terminado. Ya su ametralladora no sonaba. Estaban de espaldas. Yo comencé a llorar. Cuando él llegó su ametralladora volvió a sonar. Yo me dije que no quería oir más. Y ni siquiera oí cuando las balas se callaron. Seguramente me dijo que losiguiera y yo lo seguí, pero ya no oí más”. Nosotros no dijimos nada porque él siguió hablando y nosotros dejamos de oírlo de pronto. Era que habíamos comenzado a recordar. Y nos fuimos apartando poco a poco a medida que los recuerdos se alejaban. Llegamos a una estación. Había buses plateados y ventanillas numeradas en negro en el fondo del gran corredor. Allí habíamos comenzado, sentados en unasbutacas tibias por el calor de los cuerpos que llenaban la estación, con las revistas y los periódicos desordenados a nuestro lado. No sabíamos si esperábamos o si nos esperaban. Allí habíamos comenzado. Pero antes era yo. Yo sólo viajando sobre las carreteras de ladrillos rojos. Yo frente a la vendedora de revistas, comprando todas las revistas y todos los periódicos, no para leerlos, sino paraofrecérselos a quien había de sentarse a mi lado en el doble asiento del viaje, y la voz de la muchacha preguntando a qué hora sale su bus y un negro le da la hora que yo conozco; porque he estado esperando toda la noche en esa estación. Y de pronto me quedo solo con la muchacha y las paredes se van alejando en cuatro direcciones y estamos allí solos, la muchacha y yo, y el negro, con los botones doradosde su chaqueta y su brillante escoba, se aleja empujado por la huída de las paredes mientras la muchacha de las revistas desaparece detrás de las carátulas multicolores que le hacen muecas. Yo le hablo a la muchacha que tiene un largo tiquete verde y mira sin entender los itinerarios con su complicada combinación de números. En la enorme soledad de la estación mi vos y la voz de la muchacha...
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