Todos los fuegos el fuego - Julio Cortázar

Páginas: 202 (50361 palabras) Publicado: 29 de abril de 2013
Julio Cortazar

Todos los fuegos el fuego

LA AUTOPISTA DEL SUR

Gli automobilisti sembrano nom avere storia… Come realtà, un ingorgo
automobilistico impressiona ma non ci dice gran che.
ARRIGO BENEDETTI
“L’Espresso”, Roma, 21/6/1964

Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque
al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo.Cualquiera podía mirar su reloj pero era
como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa,
fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la
autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainebleau, han tenido que
ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopistaestá íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor,
avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la
muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por el retrovisor al hombre pálido que conduce
un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203
(detrás del Dauphine de la muchacha) quejuega con su niñita y hace bromas y come queso,
o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los dos jovencitos del Simca que precede al
Peugeot 404, y hasta bajarse de los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe
en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que
los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y asíllegar a la altura de un
Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar
unas frases descorazonadas o burlonas con los dos hombres que viajan con el niño rubio
cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente
su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y
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avanzartodavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a
reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID
Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él
descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando
una manzana con más aplicación que ganas.
A la cuarta vezde encontrarse con todo eso, de hacer todo eso, el ingeniero había decidido
no salir más de su coche, a la espera de que la policía disolviese de alguna manera el
embotellamiento. El calor de agosto se sumaba a ese tiempo a ras de neumáticos para que la
inmovilidad fuese cada vez más enervante. Todo era olor a gasolina, gritos destemplados de
los jovencitos del Simca, brillo del sol rebotandoen los cristales y en los bordes cromados, y
para colmo la sensación contradictoria del encierro en plena selva de máquinas pensadas
para correr. El 404 del ingeniero ocupaba el segundo lugar de la pista de la derecha contando
desde la franja divisoria de las dos pistas, con lo cual tenía otros cuatro autos a su derecha y
siete a su izquierda, aunque de hecho sólo pudiera ver distintamente losocho coches que lo
rodeaban y sus ocupantes que ya había detallado hasta cansarse. Había charlado con todos,
salvo con los muchachos del Simca que le caían antipáticos; entre trecho y trecho se había
discutido la situación en sus menores detalles, y la impresión general era que hasta CorbeilEssones se avanzaría al paso o poco menos, pero que entre Corbeil y Juvisy el ritmo iría
acelerándoseuna vez que los helicópteros y los motociclistas lograran quebrar lo peor del
embotellamiento. A nadie le cabía duda de que algún accidente muy grave debía haberse
producido en la zona, única explicación de una lentitud tan increíble. Y con eso el gobierno,
el calor, los impuestos, la vialidad, un tópico tras otro, tres metros, otro lugar común, cinco
metros, una frase sentenciosa o una...
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