TOMOCHIC 2

TOMOCHIC
HERIBERTO FRÍAS
SINTESIS DE LOS CAPITULOS 11 AL 20
Capitulo XI “Albor de Idilio”
Las dos juventudes se aproximaron. Miguel se sentía atraído hacia Julia, la idealizaba a tal punto que penaba en arrancarla del hombre a la cual le pertenecía.
¿Por qué no realizar un acto soberbio, arrebatarla de aquella guardia y llevársela de aventura en aventura viviendo su idilio apasionado del NovenoBatallón?
Le dijo a Julia que regresaría y dejaba dinero para que le hicieran de comer ya que en la fonda del pueblo le daban todo muy escaso porque preferían a los oficiales superiores.
Bernardo tomo con muestras de placer y ordeno que mataran a una gallina para obsequiar a su jefe, le dijo que mientras llegaba la hora lo llevara a ver el cañón del que tanto le habían hablado; tenía esacuriosidad.
Miguel le dijo que fuera las once del día a la Alameda para llevarlo a que lo viera, aunque de lejos sin sospechar que había un espía de Tomochic.
Volvió al rio pensando en aquel golpe del acaso que lo arrojaba tan lejos, pensó en su Padre, antiguo comandante liberal y después de Tecoac quien fue escribiente y paso los últimos años de su vida en una notaría, pensó en su pobre madre, viuda,bella aun y vuelta a casar, luego pensó en su salida del Colegio Militar para ser un oscuro subteniente que algunos días más tarde estaría en cualquier punto en el desierto de Chihuahua.
¡Que vida la suya!
Medito en el encuentro, no con una virgen, ni con una doncella, sino con aquella pobre muchacha maculada vilmente, ¡ser humilde y candoroso que lo miro con sus ojos negros demandándole auxilio!
YMiguel juro protegerla y amarla.
Pero, ¿Qué podría lograr por ella?
¡Hacerla más desventurada!, ¿Llevar su belleza a la lascivia de sus camaradas? Hacer vivir la frase: ¡carne para los lobos!
Los oficiales fumaban platicando mientras escondían las botellas tras los arboles a escondidas del Capitán. Y el agua iba deslizándose ante los ojos absortos de Miguel. A la “lista de doce”, cuando elcepillaba el capote en el que había dormido, lo buscaron.
Era Bernardo que venía recordarle su promesa, así que lo llevo a ver al Cañón desde el Cuartel General.
Después se separó quedando con el de verse en su casa, donde había preparado una comida como pa su jefecito.
Cuando estuvo solo vacilo en ir considerando una tontería tomar un almuerzo con Don Bernardo y respecto a Julia, ¿no era atormentarsehacia la vista de aquella adolescencia desventurada?
¿Salvarla? –volvió a preguntarse-
Se encamino a la plaza y en busca de comida a la fonda y se encontró a Castorena que regresaba de allí contando que los oficiales habían dado fin a todo y no quedaba absolutamente nada.
Miguel considero que ya que en la fonda no había nada de comer, debía ir con Julia. Ella improviso una cómoda mesa; en lachimenea hervía en una olla negra la gallina mientras que dentro de una cazuelita nadaban en un mar de manteca unos trozos de chorizo.
Mariana de rodillas ante el metate, molía el chile mientras Julia iba y venía poniendo todo en orden, embelleciendo e iluminando todo con sus ojos.
Julia vibro cuando Miguel la saludo y estrecho suavemente su mano y no pudo pronunciar ni una sola palabra. Finalmentese excusó porque aún no estaba la comida y mirándole le dijo que no quería que se enojara con ella.
-¡Ah! Como soy tonta, otra vez no sucederá lo mismo.
-don Bernardo no tardara mucho ¿verdad?, le dijo el oficial sonriendo.
-Sí Señor, siempre come a estas horas, ahora vera usted como me regaña porque no está el almuerzo.
Había un acento de amargura que el joven volvió a experimentar unsentimiento de infinita piedad hacia ella. Una dulzura insólita se apoderaba de su ser, lo que más le cautivaba era su mirada.
-Pero… ¿Cómo lo quiere usted Julia?
-¡Cállese! ¡Mire!, le indico con un movimiento de cabeza a Mariana quien vertía el chile molido en una cazuela. El Subteniente manifestó en voz alta querer obsequiar a Don Bernardo con una lata de sardinas y un buen trago.
-¿No va doña Mariana,...