Tony Judt
Admirado tanto por su talla intelectual, como por su valiente respuesta a
la enfermedad que le llevó a la muerte, el historiador defiende en un libro
póstumo la necesidad de ser críticos con quienes nos gobiernan y
mantiene que la disconformidad es la savia de la vida social
TONY JUDT
EL PAÍS - DOMINGO - 26-09-2010
Quienes afirman que el fallo es del "sistema" oquienes ven misteriosas
maniobras detrás de cada revés político tienen poco que enseñarnos.
Pero la disposición al desacuerdo, el rechazo o la disconformidad -por
irritante que pueda ser cuando se lleva a extremos- constituye la savia
de una sociedad abierta. Necesitamos personas que hagan una virtud de
oponerse a la opinión mayoritaria. Una democracia de consenso
permanente no será unademocracia durante mucho tiempo.
Es tentador hacer como todos: la vida en comunidad es mucho más
sencilla cuando cada uno parece estar de acuerdo con los demás y la
disconformidad es adormecida en aras de las convenciones del
compromiso.
Las sociedades y las comunidades en que estas faltan o se han
desintegrado no prosperan. Pero la conformidad tiene un precio. Un
círculo cerrado deopiniones o ideas en el que nunca se permiten ni el
descontento ni la oposición -o solo dentro de unos límites circunscritos y
estilizados- pierde la capacidad de responder con energía e imaginación a
los nuevos desafíos.
Estados Unidos es un país fundado sobre comunidades pequeñas. Como
puede atestiguar cualquiera que haya vivido durante algún tiempo en uno
de esos lugares, el instinto naturalsiempre es imponer una uniformidad
normativa al comportamiento público de sus miembros. En Estados
Unidos, esta disposición en parte es contrarrestada por la predisposición
individualista de los primeros colonos y por la protección constitucional
que otorgaron a la disconformidad individual y minoritaria. Pero este
equilibrio, observado por Alexis de Tocqueville entre muchos otros, hacetiempo que se ha inclinado hacia la conformidad. Las personas siguen
siendo libres de decir lo que quieran, pero si sus opiniones contradicen
las de la mayoría, son marginadas de la sociedad. Como mínimo, el
impacto de sus palabras es silenciado.
Gran Bretaña solía ser diferente: una monarquía tradicional gobernada
por una élite hereditaria que mantenía su control del poder permitiendo eincluso incorporando la disconformidad y anunciando su tolerancia como
una virtud. Pero el país se ha hecho menos elitista y más populista; la
vena no conformista en la vida pública ha sufrido una descalificación
constante
-como
Tocqueville
habría
previsto-.
Actualmente,
el
desacuerdo enérgico con la opinión generalmente aceptada sobre
cualquier cosa, desde la correcciónpolítica hasta los tipos impositivos,
es casi tan poco frecuente en el Reino Unido como en Estados Unidos.
Hay muchas fuentes de disconformidad. En las sociedades religiosas,
particularmente en aquellas que tienen un credo establecido -catolicismo,
anglicanismo, islamismo, judaísmo-, las tradiciones de disconformidad
más efectivas y duraderas están enraizadas en diferencias teológicas: no
escasualidad que el Partido Laborista británico naciera en 1906 de una
coalición de organizaciones y movimientos en la que las congregaciones
no conformistas tuvieron gran protagonismo.
Las diferencias de clase también son un terreno abonado para la
disconformidad. En las sociedades divididas en clases (o, en algunos
casos, en las comunidades organizadas en castas), los que están abajo
suelentener una fuerte motivación para oponerse a su condición y, por
extensión, a la organización social que la perpetúa.
En décadas más recientes, la disconformidad ha estado estrechamente
relacionada con los intelectuales: un tipo de persona que primero se
identificó con las protestas de finales del siglo XIX contra el abuso de
poder por parte del Estado, pero que en nuestro tiempo es más...
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