toros

Olé, matador.
Era un sábado de marzo, un cielo brillante pero una mañana demasiado fresca, este no sería un sábado cualquiera, este sábado se convertiría en uno de los que había que recordar. Unjoven de 16 años de edad, hacía una de sus primeras apariciones como matador. Un día tan especial no lo podía dejar pasar, así que invitó a sus jóvenes amigos y algunos cuantos familiares a presenciarlo que sería para él una tarde noche mágica. Y ahí estaba yo, haciendo mi debut como espectador de este deporte, con las mejores intenciones de apoyar a este joven, y que me enorgullece llamar, amigo.Aquel día partimos de Celaya a las 3:15 de la tarde, 2 amigos y yo, para estar arribando a las 4:00 de la tarde a San Miguel de Allende, que era el lugar donde mi amigo torearía. Al llegar a aquelpueblo mágico, buscamos aquella plaza de toros alrededor de unos 15 minutos, con la preocupación de que nuestro amigo, hubiera quedado primero en el sorteo de turnos, por fin encontramos la plaza detoros y con rapidez entramos a aquel escenario destinado a el arte de torear, se empezaba a escuchar los aplausos y alaridos de las persona ahí presentes lo cual me emocionaba y me hacía sentir cada vezmás feliz. De pronto ya estábamos sentados disfrutando del espectáculo había una entrada bastante modesta para ser un evento amateur, y justo ahí debajo de nosotros a un costado del ruedo estaba,Rafael López, un muchacho escuálido, caucásico, de cabello rizado, concentrado en lo que estaba por hacer. El espectáculo seguía y veía como a un hombre algo regordete a mi parecer, era cogido por eltoro, haciéndolo caer y revolcarse, una y otra vez, levantando arena y por consecuencia ensuciando su traje, no muy llamativo, la verdad no estuve prestando mucha atención a los demás, cada que podíamiraba de reojo a mi amigo, que a mí parecer, el pasar del reloj lo ponía bastante tenso, algunas veces me regresó la mirada y esbozaba una sonrisa como para indicarme que estaba tranquilo, aun así yo...