toruga de dos cabezas
A lo lejos, una figura humana se movía avanzando por el sendero que conduce a la fresneda. Algo en aquella persona me resultaba tremendamente familiar pero ni, porlo más remoto, se me ocurrió pensar que era Ramón, el Tato, quien se estaba acercando. Curiosa, lo seguí con la vista. Era un lugar muy solitario porque en aquella zona no se practicaba el cultivo dehuertas ni tampoco se trabajaba todavía en el yacimiento. Me sentí desprotegida y fue esa idea la que me hizo ocultarme en la arboleda y alejarme del sendero. Tratando de impedir cualquiermovimiento que delatara mi presencia, me senté en el suelo. Absorta en el canto de pájaros por mi desconocidos, no me dí cuenta de cuánto tiempo había transcurrido. De pronto, apareció ante mí el rostroatezado de Ramón que dijo:
-¡Cómo te escondes! Y con voz melosa continuó diciendo que me sentaba muy bien la vida en el pueblo y que estaba preciosa. Pero en aquellas palabras se percibía un tonoinsolente aunque pretendía parecer benévolo. No es que yo quiera tergiversar las cosas como luego él sostuvo ante quien quiso escucharle. Al fín y al cabo, yo sólo era una forastera y nadie sabía...
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