Trabajo en equipo
Cumpliendo con la promesa de buen descanso que me había hecho, cargué mi auto y salí a la ruta con destino a Villa Gesell. Después deunas cuatro horas de viaje hacia el sur de la Provincia de Buenos Aires, llegué a esta ciudad que cumple con mis expectativas de bosque y playa.
Fue la elegida en su momento por los hippies, y desde untiempo más cercano por jóvenes que se animan a vacacionar lejos de la mirada de sus padres.
Pero fieles a la forma de ser argentina, cuando proyectamos nuestras vacaciones, incluimos las comidas dellugar entre los atractivos, por el hecho de saber que no las encontramos en nuestras ciudades, lo que le da un plus de sabor.
Villa Gesell ostenta una oferta gastronómica envidiable para susuperficie, y uno de esos sitios a los que uno añora volver es “El hijo de Carlitos”, ubicado en pleno centro en el Paseo 106, a metros de la concurrida y principal Avenida 3.
Si digo que es un restauranteespecializado en panqueques y hamburguesas no miento, pero también es una verdad a medias. Podría empezar por el trillado comentario de que son los mejores panqueques y hamburguesas, y no mentiría;pero no es menos cierto que el lugar es un vergel de historias, anécdotas y recuerdos, con la impronta del amor y la pasión que el recientemente desaparecido Carlos Ciuffardi le supo imprimir y legar.Este descendiente de italianos dejó el porteño barrio de Saavedra en busca de trabajo y recaló en “la Villa” en 1963 como carpero del Balneario “Julio”, oportunamente situado entre los paseos 105 y107. En el año 1966 su amigo Aldo lo contrató como cocinero del bar “La Martona”, y fue allí donde comenzó a forjar la historia que llega hasta nuestros días. A los dos años, por su fama con losclientes, el lugar pasa a llamarse “La Martona de Carlitos”, para luego ser “Carlitos, el Rey del Panqueque y la Hamburguesa”, hasta estos días en que muchos barrios de distintas ciudades del país conocen...
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