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En algunas partes les da una enfermedad de baile que le llaman taki onqoy, o sara onqoy: para cuya cura llaman los hechiceros, o van a ellos, y hacen mil supersticiones, y hechicerías, donde también hay idolatría, y confesarse con los hechiceros, y otras ceremonias diferentes.El taki onqoy como enfermedad también es mencionado por Fray Martín de Murúa (1964:119): "Suélese dar una enfermedad de bailar, que llaman taquioncoy. Para curar de ella llaman a los hechiceros, y se curaban con ellos millones de supersticiones, y confesábanse entonces con los hechiceros". El texto recordó a Tomoeda (comunicación personal) el frecuente comentario recogido en Caraibamba (Chalhuanca,Apurímac) en 1981 cuando luego de un festival los comuneros locales decían que en sus cabezas seguía resonando la música, los bailes y canciones ocurridos durante los días de algarabía. La curación de este mal, que no se puede confundir con los estragos de la bebida, debe hacerlo un hampi kamayoq (o yachaq en Ayacucho) quien mediante una ceremonia simple -Tomoeda vio que se centraba en frotar endirecciones específicas el cráneo del quejoso- lograba que el ruido del festival (uma hampi) dejase de atormentar al paciente.
Fiesta, baile y canto están ligados también a la expiación o limpieza a partir de lo que en la Colonia se vio como actividad de "confesores" indígenas y quizá en lo que hoy es todavía materia a ser tratada por un maestro curandero. El taki onqoy como actividad terapéuticadebió preceder al movimiento y, tal vez, pervive como tal.
La hipótesis de Curatola con respecto al origen del culto de crisis, cuya propuesta mesiánica nos interesa, resulta de mucho fundamento ya que el movimiento "no pudo surgir de la nada, creando ex novo mitos, símbolos actos y gestos rituales" (1997: 142). Si la pelagra fue la base de donde se disparó el ritual es algo que no se puededocumentar pero la posibilidad existe. En tiempos de suprema necesidad, producida por esta u otra carencia general, la sociedad andina tenía un ritual de respuesta que unía a las poblaciones en una plegaria común donde compartir el dolor y daba fuerzas para seguir viviendo.
Los documentos llaman moro oncoy (muru onqoy) a la epidemia que debió mostrar manchas sobre la piel de los enfermos, calificadaen términos generales como "viruelas" por los europeos. No fue esta la primera plaga que azotó a los nativos, víctimas del contagio europeo desde los tiempos de Huayna Capac, pero es importante resaltar que esta vez se la explicaba por la presencia de los invasores. Incluso el ritual comprendía ofrendas a una deidad andina, lo que indicaba la vigencia de antiguos ceremoniales, y al mismo tiempo-también como ofrendas- objetos del culto católico como parte del rechazo o asimilación del adoctrinamiento cristiano (Curatola 1978: 182-184).
Las fechas de la reacción indígena por el muru onqoy nos hablan de su conexión ideológica con el movimiento mesiánico del taki onqoy y, al mismo tiempo, reflejan el carácter mestizo de ambas conductas. Si este último tenía sus raíces indígenas en un ritualpreestablecido ante la amenaza de las plagas es algo que tiene sentido, aunque nos falte documentación para probarlo. Lo importante es que en 1565, cuando se descubrió el movimiento, la expectativa mesiánica había rebasado los límites del ritual de curación. Los predicadores y conversos habían elaborado un cuidadoso discurso que explicaba la relación de Cristo y España contra la que se...
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