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Aborto: un dilema moral
Hace unas semanas, la Justicia autorizó el aborto de las dos jóvenes discapacitadas –una de Mendoza, la otra de Guernica- que quedaron embarazadas tras haber sido violadas.En ambos casos, las intervenciones contaron con la autorización judicial, que establece que un aborto es legal cuando proviene de una violación cometida sobre una mujer idiota o demente (artículo 86,inciso 2 del código penal).
 
Las resoluciones (re)abrieron la polémica entre los diferentes grupos que componen la sociedad. El panorama se presentó diverso. Por un lado, se encontraban lasorganizaciones no gubernamentales (ONG) que estaban a favor del aborto, y que recalcaban permanentemente la legalidad del mismo. Su posición se fundaba en que el embarazo provenía de una violación y en quelas chicas padecen una discapacidad mental grave (cabe aclarar que la joven mendocina tiene un retraso mental severo y está medicada con un fármaco contraindicado en el embarazo que puede generarmalformaciones en el feto). Por el otro lado, estaban las organizaciones “anti-aborto” que, a través de recursos de amparo elevados a la justicia, trataban de impedir la práctica quirúrgica porconsiderarla un “homicidio”.
 
Por su parte, se destacó el papel de la Iglesia que, si bien salió a fijar una posición contraria al aborto, su objetivo fue dirigir el discurso a una sociedad sensibilizada conel tema, evitando generar –en todo momento- discusiones con el Gobierno, o con los funcionarios que salieron a defender la despenalización. A través de un lenguaje coloquial, los obispos solamentedestacaron que se oponían al aborto por su deseo de “valorar cada una de las vidas que se engendran”.
 
Sin embargo, la polémica por el aborto de las jóvenes discapacitadas no es una discusión másentre tantas, sino una cuestión de fondo que concierne a toda la sociedad. Para muchos, la resolución de la justicia traslada el asunto a un futuro debate sobre una despenalización absoluta en las...