Trabajos
Unas relaciones complejas
Jesús Martín‑Barbero
La revisión de las relaciones entre comunicación y cultura, y de sus conexiones con la vida social, conducen a un serio cuestionamiento de las políticas tradicionalmente desarrolladas en ambos campos y a propuestas novedosas de actuación.
Más allá de la retórica de las declaraciones y los informes, eldesconocimiento y el recelo son mutuos entre unas políticas de comunicación cuyo espacio de operación roza sólo en los bordes el campo y la cuestión de la cultura, y unas políticas culturales que ignoran casi por completo lo que se produce en los medios de comunicación, en los procesos y prácticas masivas de cultura. Lentamente en el terreno de la investigación y el trabajo académico las cosas hancomenzado a cambiar, y los deslindes y fronteras a emborronarse, pero las políticas que recortan y regulan los campos continúan sustentando viejas concepciones excluyentes entre cultura y masas, y nuevas concepciones reductoras de la comunicación a transmisión de información. La relación sigue así atrapada entre una propuesta puramente contenidista de la cultura, tema para los medios, y otradifusionista de la comunicación como mero instrumento de propagación cultural.
No sólo entre las elites intelectuales, también en las instituciones de la administración, lo que concierne a la comunicación masiva es mirado sospechosamente desde un, complejo‑reflejo cultural más apoyado en la nostalgia que en la historia. Minando ese complejo, la crisis de identidad de nuestros pueblos nos está obligando arepensar y redefinir las relaciones entre política y cultura, y también entre cultura y comunicación, a romper con una concepción instrumental, de relaciones entre aparatos, y empezar a mirarlas como espacios de constitución e interpelación de los sujetos sociales. La superación del didactismo, del folklorismo y el patrimonialismo en que se ven inmersas la mayor parte de las políticasculturales en nuestros países pasa, y decisivamente hoy, por la capacidad de asumir la heterogeneidad de la producción simbólica y responder a las nuevas demandas culturales enfrentando sin fatalismos las lógicas de la industria cultural. Lo que a su vez implica asumir que aquello que pone en juego la intervención de la política en la comunicación y la cultura no concierne solamente a laadministración de unas instituciones, a la distribución de unos bienes o la regulación de unas frecuencias, sino a la producción misma del sentido en la sociedad y a los modos de reconocimiento entre los ciudadanos.
1. RAZÓN POLÍTICA DEL DIVORCIO ENTRE CULTURA Y COMUNICACIÓN
En los últimos años las políticas nacionales de comunicación han sido en América Latina objeto prioritario deinvestigación y de acción, de lúcidas y valerosas tomas de posición (1). Pero la identificación del problema político de los medios con el espacio de la información ‑desequilibrio de los flujos, lucha contra la desinformación‑ ha producido un efecto no querido aunque previsible: la legitimación política de una exclusión cultural, esto es la justificación de “la negativa a conceder significación culturalpropia a los medios de comunicación (...) al identificarlos como agencias al servicio de intereses extranjeros incapaces de propiciar la construcción de lenguajes “culturales” locales” (2). En la medida en que por los dispositivos de organización y control de la información pasa hoy decisivamente la cuestión de la soberanía nacional, es lógico que la politización del campo de la comunicación serecargue, tienda a concentrarse sobre ese nuevo espacio de poder. A los logros conseguidos en la lucha por un nuevo orden informativo y a la alerta tomada sobre las nuevas formas de violación de la independencia se le han mezclado sin embargo residuos de una razón muy vieja en nuestros países: aquella que carga de positividad la estatización de cualquier actividad debilitando el papel a jugar,...
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