tradiciones
Cuentan que Dios miraba con poca simpatía a los leguleyos. Una mañana, en el cielo, dieron un aldabonazo. San Pedro asomó, viendo a un viejecito y sugato.
- ¡Vaya madrugador! -dijo San Pedro-o ¿Qué se le ofrece?
- Entrar, claro está -contestó-. Soy ciudadano romano.
- Está bien. Páseme sus papeles.
Los entregó al santo de lasllaves, quien los derivó donde los santos que examinaban los pasaportes. Y los hallaron tan correctos, que aceptaron abrirle la puerta.
Y el viejo entró, seguido del gato. San Pedro lebrindó un matecito, entrando el vejezuelo en charla con él.
- ¿Y qué tal esta portería? -preguntó.
- Así, así - contestó modestamente San Pedro -; como en todo puesto público, tienesus gangas y mermas.
- Si no está contento, dígalo; yo haré que lo asciendan...
-¡No, no! -le interrumpió San Pedro-o Muy feliz vivo aquí.
_ Bueno, no he dicho nada; pero, ¿no lehuaripampearán la portería? ¿Tiene título en papel timbrado, con las tomas de razón de ley, y ha pagado en tesorería los derechos?
No se le había ocurrido al Santo que su puestoestaba como pegado con saliva por carecer de documentos.
_ Pues si no anda vivo, lo huaripampean -dijo el viejo-o Felicítese de mi venida. Deme papel sellado, pluma, tintero y en tressuspiros le hago un recursito pidiendo la expedición del título; y por otrosí pediremos que se le declare fastidiado de la portería. Hasta puede jubilarse.
Y San Pedro puso el recursoen manos de Dios.
_ ¿Qué es esto? ¡Qué título ni gurrumina! Mi palabra basta.
El Señor hizo añicos el papel, y dijo sonriendo:
_ Descuidaste la puerta y ya tenemos abogado en casa.Y los abogados tuvieron a San lb o, que la Iglesia lo pinta con un gato a los pies; como diciendo que al que pleitos se mete, lo menos malo que puede sucederle es salir arañado.
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